domingo, 8 de octubre de 2017

A New World: Capítulo 9

Ocurrió en pocos segundos. Kareth fue a por uno de los Erasers, saltó a su cabeza y le propinó una patada que lo hizo salir despedido hasta chocar contra la pared.

 

Conforme aterrizaba, la otra bestia acometió contra él cual rinoceronte enfurecido, a lo que respondió haciéndose a un lado y saltando por encima de ella hasta situarse sobre su nuca, asestándole tal puñetazo en el centro de ésta que cayó al suelo fulminado.

 

Pasmado con la actuación de su amigo, Kai decidió seguir inspeccionando el área en busca de una salida. Finalmente, al hacer que Hel golpease cerca de una de las esquinas, observó cómo ahí, al contrario que en otros sitios, se producía una grieta.

-¡Aquí es! –exclamó, combinando a ambos Infernos en un potente ataque que acabó destruyéndola. Al otro lado había un pasillo que continuaba recto hasta perderse en la oscuridad-. ¡Kareth!

 

Al escuchar la llamada de su amigo, el chico dejó atrás a los Erasers y cruzó el boquete junto con él, escapando por fin de allí. Por supuesto, los monstruos estaban demasiado ocupados intentando recuperarse de sus golpes como para perseguirlos.

-¡Oye, eso ha sido genial! ¡Con el nivel que tienes ahora, estarás a la par con Detz! –lo elogió Kai.

-No estoy tan seguro. Él tiene mucha más experiencia que yo. Si bajo la guardia aunque sea un segundo, lo aprovechará para matarme.

-En ese caso, sólo tenemos que impedir que lo haga. ¡Démonos prisa!

 

Una vez frente a Unum y Detz, Kareth observó el cilindro de cristal reforzado en el que dormía Nara, conectada a cables y zambullida en líquido, igual que la última vez que la rescataron.

 

Sin embargo, había una diferencia. A su alrededor había siete plataformas sobre las que descansaban siete esferas de color verde, correspondientes a los Núcleos de Jade. Al parecer, todas estaban unidas a una maquinaria que, a su vez, estaba conectada a la chica.

-A esta hora debe de estar produciéndose la batalla final. Pueden que os queden unos veinte minutos antes de que Gaia despierte. Lo que tarde en acumularse la energía residual del Radiar en los núcleos, y en transmitirse al contenedor –aclaró Detz, a cuyo lado, Unum sonreía maliciosamente.

-First... –dejo escapar Kai. Era la primera vez que lo veía en mucho tiempo, y una parte de sí mismo detestaba hacerlo por ser el asesino de Miruru. Pese a ello, otra no podía evitar dejarse llevar por sus recuerdos junto con él y May, por los que todavía quería encontrarle una salvación.

-¡Oh! ¡Ahora te reconozco! ¡Cuánto tiempo, Kai! Dime una cosa, ¿sigues guardándome rencor por haber matado a esa chica? –preguntó Unum, sin cambiar su expresión-. ¿Aún recuerdas sus gritos?

-Sí, y jamás los olvidaré. Tampoco la muerte de Miruru.

-¿Miruru? ¿Te refieres a esa semidiosa de pelo rubio? –esta vez hizo una mueca de desagrado- ¡Esa arpía! ¡Tuvo suerte de que no pudiese entretenerme con ella, de lo contrario la habría hecho sufrir!

 

Ante esa respuesta, el chico se mantuvo en silencio, apretando los puños para evitar correr hacia él y partirle la cara. Eso, al fin y al cabo, era lo que probablemente quería. Si atacaba sin pensar, estaría en sus manos.

-El plan es el siguiente –murmuró Kareth, de manera que sólo lo escuchase su compañero-. Tú te encargarás de Unum y yo de Detz. En cuanto encontremos la ocasión, rescataremos a Nara y destruiremos los Núcleos de Jade. Una vez la tengamos a ella, el siguiente paso será matarlos a ambos.

-No lo entiendo, ¿por qué ese orden?

-Nuestra principal prioridad no es acabar con ellos, sino evitar el advenimiento de Gaia. E incluso si no lo conseguimos, todavía hay algo que puedo probar. En cualquier caso, no podemos entretenernos demasiado con esos dos. De hecho, ese debe de ser su plan.

-Entendido.

-Una cosa más. Para matar a Detz, tan sólo tendremos una oportunidad.

-¿Qué quieres decir?

-¿Recuerdas el arma que crearon mis padres? Es de un sólo uso.

-Joder. Sin presiones, ¿eh? Muy bien. Lo tendré en cuenta.

-¿Algo que añadir?

-Por mi parte, tan sólo que, si conseguís eliminar a Duobus y a Tribus, quizás consiga poner el combate a nuestro favor.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!

-Ya lo entenderás. Por ahora, centrémonos en lo que tenemos delante.

 

Dubitativo, Kareth asintió, poco antes de mirar a Detz y a Unum y lanzarse al ataque.

 

En los territorios del imperio, Jaryl, Sdren, Zen, Sen y Len, acababan de llegar donde se encontraba la residencia de Naithan.

 

Pese a estar vigilada por soldados, eran pocos, sobre todo si se les comparaba con el ejército que habían enviado a la batalla.

 

Gracias a ello, les había sido más fácil infiltrarse en el “Distrito β”, donde habían tenido que noquear a algunos guardias apostados sobre las terrazas y tejados por los que se habían desplazado.

 

Así pues, situados enfrente de su lugar de destino, discutían por dónde entrar, ya que, como era de esperar, la puerta principal quedaba descartada.

-¿Alguna sugerencia? –preguntó Jaryl.

-Podríamos usar las alcantarillas de la ciudad –propuso Sdren-. Con suerte, daremos con algún sótano por el que sea más fácil pasar desapercibidos.

-No es mala idea, pero ¿sabréis qué camino seguir una vez abajo?

-Por desgracia, ninguno de nosotros ha podido llegar tan lejos, pero tenemos algunas nociones de cuál es su estructura. El problema seguramente sea que la conexión entre las alcantarillas y la residencia del emperador esté tapiada o sea de difícil acceso –advirtió Zen.

-Y no sabemos si nuestras armas y explosivos serán suficientes para abrirnos paso –indicó Len.

-¿Se os ocurre algo mejor? –preguntó Jaryl.

-Mm... puede que sí –comentó Sdren-. La distancia que hay entre la parte trasera del muro que protege la mansión y ésta no es muy grande. Quizás podamos llegar con una cuerda a una de las ventanas.

-Las que tenemos no son tan largas –replicó Sen.

-Además, somos un grupo demasiado grande. Podrían vernos. –añadió Jaryl.

-Lo sé. Por eso ataremos varias. Será suficiente con que alcancemos la cornisa de una que esté en el piso más bajo. Iremos un grupo reducido de seis o siete personas. Los demás utilizarán los túneles de alcantarillado –contestó Sdren.

-Aun así queda el problema de cómo vamos a hacer llegar la cuerda hasta esa cornisa –objetó Zen.

-Jaryl, tú puedes volar, ¿verdad? –dijo Sdren.

-Durante poco tiempo, pero sí.

-¿Crees que podrías encargarte?

-Tendré que calcular la distancia desde más cerca para estar seguro, pero creo que podré.

-Bien. Entonces lo haremos así. Nos dividiremos en dos grupos. El primero, y más numeroso, utilizará las alcantarillas para entrar desde abajo. Utilizad todas las armas y explosivos que consideréis necesarios para destruir la entrada. En caso de que no lo consigáis, al menos servirá de distracción.

 

>>El segundo grupo trepará por la cuerda que Jaryl se encargará de enganchar a la cornisa. Será él quien también se abra paso para permitir que entren los demás. El otro extremo de la cuerda lo ataremos a la parte de arriba del muro. ¿Estáis de acuerdo? –resumió Sdren, a lo que los demás asintieron.

-¿Qué pasará si no encontramos al proyecto Gaia? –preguntó Zen.

-Incluso si no los encontramos. Hacernos con la residencia del emperador supondrá una ventaja de negociación para cuando el proyecto Gaia sea eliminado –aclaró Jaryl.

-Ya veo.

-¡Movámonos! –ordenó Sdren.

 

Mientras tanto, Razer y sus compañeros seguía enfrentándose a Naithan y sus subordinados. El líder de los Rebeldes mantenía a raya al emperador e incluso empezaba a ganarle terreno.

-¡¿Qué te pasa, Naithan?! ¡¿Dónde ha quedado esa arrogancia tuya?! –se burló Razer mientras blandía su estoque, haciéndole retroceder.

-¡Maldita sea! –se quejó Naithan, logrando finalmente crear algo de distancia entre ellos.

 

En ese momento, uno de los soldados recibió un mensaje a través de su comunicador, transmitiéndoselo a su líder.

-¡Alteza! ¡Los semidioses han sido derrotados y los ejércitos han reanudado la batalla!

 

Esa noticia hizo que la expresión de Naithan se iluminase.

-¡¿Lo has oído, mosquito?! ¡Tu intento de detenernos no ha servido de nada!

-¡Ja! ¡Ni que fuese tan optimista como para pensar que les detendríamos! –contestó Razer- ¡Mientras Kareth y los demás consigan su objetivo, nuestra lucha habrá valido la pena!

-¡¿Y dices que no eres optimista?! ¡Tus amiguitos morirán antes de tocarle un pelo al proyecto Gaia!

-¡Yo que tú me preocuparía del tuyo propio! ¡Porque voy a arrancártelo junto con tu cabeza aunque sea lo último que haga!

-¡Ja ja ja! ¡Eso ya lo veremos! –exclamó el emperador, sacando una jeringuilla metálica que guardaba entre sus ropas e inyectándose su contenido en el brazo ante la confusa mirada de Razer.

-¡No me digas que...! –gritó éste.

-¡Sí! ¡Radiar! ¡Aaah! –respondió mientras se retorcía de dolor.

-¡¿Estás loco?!

-¡Ahora que he cumplido mi misión, pienso disfrutar al máximo de esto! –la voz del emperador empezó a distorsionarse, a la vez que su cuerpo cambiaba de forma.

 

Viendo aquella situación, Razer avanzó hacia él, decidido a acabar con su vida antes de que se transformase. Pero su adversario interpuso su brazo, que ya había adquirido la dureza propia de los Erasers, en el camino del arma, siendo incapaz de penetrar más allá.

 

De un manotazo, Naithan se lo quitó de encima, haciéndole rodar por el suelo hasta que logró volver a ponerse en pie. Para entonces, su cuerpo ya se había transformado por completo, aunque sus proporciones eran más grandes que las de uno normal.

-¡Vas... a... morir! –exclamó la bestia aplastándolo con fuerza contra la superficie de las tierras yermas, de manera que perdió su arma en el proceso.

 

Will, quien se encontraba algo más distanciado de ellos, peleando contra dos soldados del imperio; al ver lo ocurrido, decidió ayudarle. Así pues, se deshizo de sus enemigos asestándoles un corte horizontal en el cuello y corrió hacia él, lanzándose a la cabeza del monstruo con sus dos espadas en mano, algo que no molestó mucho a éste, que se lo quitó de encima con una de sus extremidades delanteras.

-¡¿Estás bien, Will?! –preguntó el líder rebelde.

-Sí... –indicó- ¿Cómo se ha hecho tan grande? Los otros que he visto no eran así.

-Puede que, durante la experimentación para crear Erasers, descubriesen una manera de mejorar la transformación.

-¡Estoy... por... encima... de todos vosotros! –gritó Naithan mientras se acercaba a ellos lentamente, como disfrutando del momento.

 

En ese instante, una figura apareció de la nada y, como un rayo, lo golpeó, consiguiendo tumbarlo. Entonces, sin detener su ataque, le atizó de nuevo con su doble martillo, apuntando esta vez al pecho y obligando al emperador a interponer sus garras para defenderse, hecho que apenas le sirvió debido a la fuerza de su contrincante.

 

Viéndose acorralado, no tuvo más remedio que usar sus dientes en una acometida por sorpresa, de forma que consiguió hacerle retroceder y que se reuniese con los otros dos.

-¡¿Yorus?! –preguntó Razer, recordando al guardaespaldas y ayudante de Alder.

-Un placer volver a verte. Parece que he llegado justo a tiempo.

-¡¿Qué haces aquí?!

-Bueno, como ya sabes, la situación se complicó bastante en los territorios de la unión, hasta el punto de acorralarnos a mis soldados y a mí. Ellos decidieron sacrificarse para que pudiese escapar y así tomar el control una vez se calmaran las cosas, pero no podía esperar sin más. Así que decidí luchar, sobre todo si hacerlo implicaba acabar con el emperador.

-Entiendo. Siento lo de tus solados.

-Tranquilo. He dicho que se sacrificaron, pero quizás me haya precipitado. Son más duros de lo que aparentan, así que seguro que estarán bien.

 

Mientras hablaban, Naithan corrió hacia los tres, realizando un placaje con sus garras delanteras y consiguiendo así separarlos. De esta forma, Will quedó situado en el lado derecho de la bestia, y Yorus y Razer en el izquierdo.

-¿Se te ocurre algún plan? –preguntó Yorus.

-Por el momento, recuperar mi arma –indicó Razer, señalando el estoque, el cual se encontraba justo debajo de Naithan- Una vez la tenga de vuelta quizás podamos intentar algo. Aunque, para ello, vamos a necesitar de tu fuerza. Al fin y al cabo, no creo que Will o yo seamos capaces de mucho más contra ese monstruo.

-¡Cuenta conmigo!

 

-¡Avanzad! –ordenó Ceron mientras se enfrentaba cara a cara a uno de los Erasers.

 

La fuerza de esos seres había acabado con buena parte de su ejército tras el choque inicial, dejando numerosos cadáveres esparcidos por el yermo, por lo que a cada golpe que les daba, mejor se sentía. Sin embargo, aun estando a la par con ella, el golpe final nunca llegaba.

 

De repente, el Eraser se quedó inmóvil, como si lo hubiesen atado. Su cabeza había sido levantada de forma antinatural, su boca obligada a abrirse y sus patas delanteras a entrecruzarse. Instantes después, objetos redondos del tamaño de pelotas de tenis, fueron lanzadas al interior de su tracto digestivo, explotando poco después y provocándole la muerte instantánea.

 

Extrañado, Ceron miró a su alrededor, descubriendo la presencia de dos jóvenes, un chico y una chica, que avanzaron decididamente hacia él.

-¡Tienes que acabar con esto, Ceron!

-¡¿Quiénes sois vosotros, que os creéis con derecho a darme órdenes?!

-¡Mi nombre es Sephiria, y él es Drake! ¡Pertenecemos a los Rebeldes y hemos venido a impedir que sigas con esta batalla! ¡¿Acaso has olvidado lo que pasará si continuas luchando?!

-¡¿Creéis que a estas alturas me importa?! ¡Lo único que quiero es acabar con el imperio y conseguir la cabeza de Naithan!

-¡Muchos queremos su cabeza, te lo aseguro! –declaró Drake-. ¡Pero, en tu caso, eso podría suponer el fin de la raza humana!

-¡¿Y qué quieres que haga?! ¡¿Dejar que humille y destruya mis territorios y a mi gente?!

-¡No! ¡Sólo queremos que confíes en los Rebeldes! ¡Nosotros venceremos al proyecto Gaia y acabemos con esta guerra! –afirmó Seph.

-¡Ja ja ja! ¡Vuestro mensaje es muy noble, pero necesitaréis algo más que eso para convencerme! –respondió el gobernador, transformando su arma en una gran hacha y atacando con ella a la pareja, que la esquivó saltando hacia atrás.

-¡No nos quedará más remedio que hacérselo comprender a la fuerza, Seph! –comentó Drake.

-¡Esto es una pérdida de tiempo! –se quejó la chica, visiblemente molesta, justo cuando un segundo ataque les llegaba por su lado izquierdo, describiendo un gran arco que a punto estuvo de cortarlos por la mitad.

 

Sin embargo, tras agacharse para evadirlo, Seph movió sus hilos hasta engancharlos al arma, consiguiendo desequilibrar a Ceron, lo que fue aprovechado por Drake para lanzarle varios explosivos que impactaron de lleno en su pecho.

 

Retorciéndose de dolor, aunque sin daños en su armadura, el hombre aterrizó en el suelo de rodillas. La joven intentó inmovilizarle también sus piernas, pero antes de que lo lograse transformó su arma en lanza, liberándola de los hilos que la tenían presa y evadiendo a tiempo aquellos dirigidos hacia él.

 

Entonces, acometió contra Drake, quien, incapaz de utilizar sus explosivos a una distancia tan corta, salió despedido por el aire hasta acabar de espaldas contra el suelo.

-¡Drake! –exclamó su pareja, al ver cómo su contrincante intentaba clavar el filo de su arma en el corazón del chico, arrojando una vez más sus hilos y deteniendo, en el último momento, el movimiento de sus brazos.

 

Previendo una situación así, Ceron soltó a Hydra y corrió esta vez hacia Seph, a quien propinó un golpe en la mejilla. Drake, mientras tanto, se levantó lo más rápido que pudo e intentó coger la lanza con la expectativa de usarla contra su dueño, pero, por desgracia, se dio cuenta de que apenas era capaz de levantarla, siendo detenido fácilmente por su adversario, que la recuperó de entre sus manos y le asestó un puñetazo en el mismo lugar que a la chica, acabando ambos en tierra.

-¡Débiles! ¡Enclenques! ¡¿Y pretendéis que confíe en vosotros?! –exclamó el gobernador.

 

En la base subterránea de Genese, Duobus observó con atención su alrededor, percatándose de un ligero rastro de sangre que llevaba hasta el segundo pilar de la derecha. Por un segundo pensó que podría tratarse de una trampa, pero le pareció poco probable que hubiese sido capaz de algo así en tan poco tiempo. En ese caso, su victoria estaba asegurada.

 

Sarah, escondida, esperaba pacientemente a que la descendiente diese el primer paso. Cuando eso ocurriese, tendría la oportunidad perfecta para contraatacar y cogerla desprevenida.

 

Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, una sensación de malestar la inundó. Un mal presentimiento.

 

Fue entonces cuando se le ocurrió bajar la mirada hacia su propio tobillo y se dio cuenta de la sangre que manchaba tanto éste como su calzado.

 

-Gem... –escuchó decir a Duobus, apareciendo justo debajo de ella una gran cabeza con cuernos, dispuesta a engullirla.

 

Instintivamente, saltó para esquivarla, pero el Inferno le llevaba ventaja. No lo lograría a tiempo.

 

Así pues, en un intento desesperado por escapar, preparó rápidamente dos flechas y disparó.

-¡Sword Target: Destroy! –exclamó, clavándose ambas en lo que correspondía a los labios superior e inferior de aquella cara, desfigurándola lo suficiente como para generar un lugar de apoyo seguro sobre su rostro, logrando así evitar el ataque.

 

Por desgracia, ahí no acabaron sus problemas, ya que una maza, apareciendo de la nada justo a su lado, la golpeó fuertemente en uno de los costados.

 

Finalmente, acabó chocando contra una de las paredes de la sala, donde quedó apoyada de espaldas y sentada en el suelo. Para rematar la faena, unos cuchillos aparecieron encima de ella y se clavaron en sus manos, inmovilizándola.

-Se acabó. –indicó Duobus, situándose delante de ella y apuntándola con un cañón de mayor tamaño que el que había invocado al principio. Por si fuera poco, entre éste y la descendiente se erigía un escudo que la protegía frente a cualquier ataque que viniese de frente. Estaba claro que su intención era utilizar su última carta para borrarla del mapa.

 

Se sentía mareada. Mirada borrosa. De manera que tan sólo distinguía el destello azulado procedente de la boca del arma. Su cuerpo pesaba. Demasiado como para poder levantarse. Y apenas tenía sensibilidad en las manos.

 

Una parte de ella le pidió moverse y huir, pero tal y como estaba, le iba a ser imposible.

“Voy a morir”, pensó mientras sus ojos cerraban, poco a poco.

-¡¿Qué crees que haces, peliazul?! –le preguntó una voz en su cabeza, aunque era como si la tuviese al lado- ¡¿Vas a dejar que te maten?! ¡¿Así sin más?!

-No puedo más...

-¡Si eso es todo lo que puedes hacer, me decepcionas!

-Lo siento. Siento no ser como esperabas. Siento no haber podido vengarte...

-¡¿A quién le importa la venganza?! ¡Y más por alguien como yo! No. No quiero que la derrotes por mí, sino por ti. Para que sigas viviendo.

-¿Seguir viviendo? ¿Incluso si lo único que puedo hacer es recordarte?

-Así es.

-Eres un egoísta.

-¡Siempre he hecho lo que me ha dado la gana, ¿recuerdas?! Pero, aun así, no quiero que mi recuerdo te haga sufrir. Eres fuerte, Sarah. Lo suficiente para seguir avanzando en un mundo como éste.

-No, no lo soy...

-¡Sí lo eres! ¡Créeme, no me fijaría en una mujer que no lo fuese!

-¿Tenías que decirlo así?

-Sarah. Puedes ganar... no, vas a ganar... Lo sé, porque has hecho que alguien como yo crea en ti.

-Eres un idiota...

-Lo sé. Al fin y al cabo, morí dejándote igual que me dejaron a mí. Es por ello que debes romper con el pasado, ganar y vivir como desees.

-Je... supongo que puedo darle otra oportunidad. Gracias, Quattuor. Y sé que llega tarde, pero quería decírtelo aunque fuese en mi imaginación: te quiero.

 

Cuando abrió los ojos de nuevo, Duobus seguía ahí. Lo que en su mente parecían haber sido horas, no habían sido sino un par de segundos en la realidad.

 

Debía actuar.

 

Todavía con la visión borrosa, aunó toda su fuerza de voluntad para mover los dedos de sus manos.

-Sword Target: Destroy... –dijo.

Un pequeño golpe en el suelo sirvió para destruir la parte donde estaban clavados los cuchillos, liberándola. Seguidamente, tanteó su alrededor hasta dar con su arco y otro par de flechas que habían caído del carcaj. Sólo le quedaba tiempo para realizar un disparo, así que los cogió y apuntó al frente.

 

No estaba segura de si lo conseguiría. Sus manos temblaban y perdía sangre a través de sus heridas.

 

Lo único que ocupaba su mente era una frase: a veces no importa el tiempo que tardes en disparar, siempre y cuando sea lo suficientemente certero.

 

Eso era lo que necesitaba, el disparo más certero de todos, aquel que pudiese atravesar el escudo de Duobus y acabar con ella.

 

Era todo o nada. Matar o morir. Puede que su estado no fuese el mejor, pero tendría que concentrarse como nunca lo había hecho. Sentir el momento en que logró aquel primer y único disparo. Sentir la fuerza de aquéllos que creían y creyeron en ella. Demostrar que sus enseñanzas no habían sido en vano.

-Le prometí que ganaría y sería la más fuerte. Y así será.

 

Tras susurrar aquellas palabras, la flecha salió despedida, como un haz de luz, a una velocidad y potencia que ni ella misma habría creído capaces. Ésta atravesó el escudo justo cuando el rayo de energía comenzaba a salir del cañón, penetró en la frente de Duobus, que ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse qué acababa de pasar; y continuó su trayecto hasta clavarse en la pared del fondo.

 

El ataque de la descendiente se detuvo al mismo tiempo que cayó al suelo, fulminada. Los cuchillos que habían atravesado las manos de Sarah no tardaron en desaparecer, al igual que el cañón y el resto de armas desperdigadas por la sala.

 

Agotadas todas sus fuerzas, la joven se desplomó, inconsciente. No obstante, una sonrisa se dibujó en su rostro. Un gesto de victoria que demostraba el tipo de guerrera en que se había convertido. Una capaz de vencer cualquier adversidad. Siempre hacia delante.

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