domingo, 13 de agosto de 2017

A New World: Capítulo 7

-Tú eres Runya, ¿verdad? –preguntó Kai, poco antes de desplazar la vista hacia el hombre que sujetaba la silla de ruedas en la que se sentaba la joven-. Y tú eres... ¿Valer? ¿Qué hacéis los dos aquí?

-Eso mismo podríamos preguntarte nosotros –respondió ella-. Después de todo este tiempo, pensé que te alegrarías más de vernos.

-No es que no me alegre. Es que... no me lo esperaba.

-¿Y Miruru? ¿Sigues viajando con ella?

Al escuchar su nombre, el nigromante se  mostró esquivo. Su expresión, sombría.

-Entiendo –continuó Runya, cabizbaja-. Supongo que se excedió usando su poder, ¿no es así?

-Fue para proteger la villa en la que vivíamos.

-¿Y lo consiguió?

-Sí.

-Me alivia saberlo. Al menos, su muerte no fue en vano –dijo, apenada- ¿Entonces has venido a despedirte de ella?

-Podría decirse que sí –dijo, recordando la conversación que había tenido con Miruru en el más allá-. Aunque no sólo por eso. Justo aquí enterramos a un buen amigo suyo. Y, bueno... quería disculparme con él por no haber podido protegerla, así como aclararme un poco las ideas.

-Espero que lo hayas conseguido.

-Al menos tengo claro qué haré a partir de ahora –indicó Kai-. Decidme entonces, ¿para qué habéis venido vosotros?

-Lo cierto es que vivimos cerca de aquí.

-¿En serio? Pero si esto está en mitad de la nada.

-No hay otro lugar para nosotros. Tampoco para los que son como yo.

-¿Qué quieres decir?

-Acompáñanos. Te lo mostraré.

 

Tras aceptar su oferta, siguió a Valer y Runya hasta las afueras de aquel sitio en ruinas.

 

A medio kilómetro de  camino aproximadamente, había un pequeño campamento de apenas tres tiendas malamente construidas: dos de ellas pequeñas, y una más grande donde debían de caber como cuatro personas. En el centro del círculo que conformaban las viviendas, divisó una gran tela, sujeta en el aire con varias varas de metal oxidado y madera, que parecía servir de cobertura en caso de lluvia, aunque en esa zona era complicado que ocurriese algo así.

-¡Chicos! ¡Salid! ¡Tenemos visita! –exclamó Runya.

 

Del interior de las tiendas, surgieron cuatro personas: tres chicas y un chico. Ninguno de ellos con el mejor de los aspectos. Sus ropas, roídas y sucias; y sus caras, llenas de indiferencia y desánimo.

 

No obstante, por lo menos estaban bien alimentados e hidratados.

-¿Quiénes son? –preguntó Kai, entre susurros, a Runya.

-Semidioses. Al igual que Miruru y yo.

-¡¿Qué?! ¡¿En serio?!

-¿Te parece extraño?

-Un poco. Quiero decir, no es muy común encontrarse con ellos. Más si se tiene en cuenta que su Yohei Gakko fue destruida.

-Aun así, todavía los hay vagando por este mundo. Algunos sin saber qué hacer con sus cortas vidas, como es su caso –explicó-. Las tres chicas son hermanas. Las encontré en mitad de los yermos, buscando algo que llevarse a la boca. Estaban tan débiles que ni siquiera tenían fuerzas para usar sus poderes.

 

>>El chico vino al campamento con la intención de atacarnos, también intentando sobrevivir. Logramos reducirlo y decidí ofrecerle unirse a nosotros.

 

>>De momento, vivimos aquí. Valer y yo los estamos manteniendo, y gracias a un oasis que hay cerca, no hemos tenido problemas de comida o agua. Pero llegará el momento en que tendremos que emigrar a un lugar mejor, si es que lo hay.

 

Los jóvenes semidioses, cuya apariencia debía de ser de unos dieciocho, pero que apenas superarían los trece, tenían la mirada perdida, como si estuviesen vacíos por dentro.

-Me gustaría darles un motivo por el que luchar. Al menos, hasta que su vida termine –continuó Runya-. Ahora mismo, ése es mi mayor objetivo.

-Algo por lo que luchar, ¿eh? –murmuró el nigromante, quien se sintió identificado con ellos- Runya, hay algo que me gustaría contaros.

-¿De qué se trata?

-Es sobre el fin de la humanidad...

 

-Ya veo –dijo Runya, tras escuchar todo lo ocurrido con el proyecto Gaia y su intención de destruir la raza humana- No es que le tenga mucho aprecio al ser humano, si te soy sincera.

-No eres la única. Aun así, me gustaría que me ayudaseis.

-¿Quieres que luchemos en una guerra que ni siquiera sabéis si vais a ganar?

-Morir sin un objetivo o morir por uno. Esa es mi propuesta. Si lo que quieres es que tengan un motivo por el que luchar, entonces esa es la única opción que les queda. Si la humanidad desaparece, no habrá esperanza ni para ellos ni para nadie.

-Aun así no puedo enviarles a morir, Kai.

-Lo entiendo, pero creo que no sólo depende de ti –replicó el joven, refiriéndose a los cuatro jóvenes, a los que ella miró con tristeza, como una madre que se separa de sus hijos.

-Hablaré con ellos mañana. De momento, ¿por qué no te quedas a cenar y pasas la noche aquí? Es tarde y no creo que encuentres mejor sitio en esta zona.

-Gracias.

 

Horas más tarde, mientras los demás dormían dentro de las tiendas, Kai estaba sentado fuera, ligeramente alejado de ellas.

 

Con las palabras de Jared aún recientes,  no era capaz de pegar ojo.

-Ni siquiera sé dónde ni cuándo tendrá lugar la batalla. Mi única pista es que el proyecto Gaia tiene una base en Genese. Quizás deba ir allí.

 

Mientras meditaba sobre ello, escuchó el sonido de alguien sentándose a su lado, descubriendo, al girarse, a una de las tres hermanas. Una chica de pelo corto, desordenado y rubio, y que parecía la mayor.

-¿Qué haces aquí? –preguntó ella, sin andarse con rodeos.

-¿Qué haces tú aquí? –contraatacó Kai, frunciendo el ceño.

-No podía dormir.

-Pues ya somos dos.

-Dime, ¿podemos confiar en ti?

-Bueno, yo confío en mí mismo. Pero no soy quién para pedirte que tú también lo hagas.

-La verdad es que me da igual. Si intentases algo, te mataría. Tan sólo lo pregunto porque Runya dice que lo eres.

-¿Y confías en ella?

La semidiosa asintió.

-Entonces, ahí tienes tu respuesta –contestó Kai.

 

Lo cierto era que hablar con aquella joven le resultaba algo incómodo. No por el hecho de que la considerase un peligro, sino, más bien, porque no le daba la sensación de que tuviese cuidado a la hora de escoger sus palabras o acciones. Eso la hacía impredecible y difícil de tratar.

-Entonces, ¿es verdad que nos harás luchar?

-¿Eso también te lo ha dicho Runya?

-No. Escuché vuestra conversación. No entendí la mayoría de los que dijisteis, pero te oí hablar de una guerra. ¿Quieres que participemos en ella?

-Decir que “quiero que participéis en ella” suena a que os estoy obligando, pero no es así. Es decisión vuestra si lo hacéis o no.

-Yo quiero participar –dijo ella, sorprendiendo al nigromante, quien no esperaba una respuesta tan clara y directa.

-¿Puedo preguntarte por qué?

-Cuando lucho, siento que mi vida cobra sentido. Es como si sólo valiese para eso: sobrevivir y seguir luchando.

-Bueno, no puedo decir que esté de acuerdo con esa forma de pensar, pero creo que te entiendo.

 

Otra de las consecuencias de aquella guerra. Todo se reducía a lo mismo. Fuese cual fuese su objetivo, los miembros de Yohei Gakko no dejaban de ser soldados preparados para el combate. Por si fuese poco, la esperanza de vida de los semidioses solía ser bastante corta. No tener expectativas de futuro y haber sido enseñados a luchar desde tan pequeños (por no hablar del miedo que provocaban en otros debido a su poder), hacía de ellos los usuarios de Radiar más desgraciados.

 

Pensándolo así, no era de extrañar el encontrar a gente que viese la situación igual que esa chica.

-Y, pese a todo, ella estaba tan llena de energía... –comentó Kai, sonriendo, mientras recordaba a Miruru- Si luchar es lo que te hace feliz, entonces no seré yo quien te detenga. Aun así, me gustaría que tu motivación no fuese “que sólo sirves para eso”.

-¿Y cuál crees que debería ser?

-¿Qué te parece la de proteger a tus seres queridos?

-¿Y a quién debería proteger?

-N-no lo sé. ¿A tus hermanas?

-Mm... –caviló, aumentando la tensión que sentía Kai al hablar con ella- Me lo pensaré.

-C-claro

 

Resultaba de lo más triste ver cómo ni siquiera importaban los lazos entre ellas, pese a ser de la misma sangre.

 

Probablemente, lo único que las había mantenido unidas hasta ese momento había sido la necesidad de sobrevivir.

 

Tras un profundo suspiro, el joven miró en dirección al campamento.

-En fin, será mejor que volvamos. Quizá ahora podamos dormir –indicó, tendiéndole su mano para ayudarla a levantarse, la cual fue aceptada sin muchas contemplaciones-. Por cierto, no sé cómo te llamas.

-May.

 

De repente, Kai se quedó sin habla. No podía creer lo pequeño que podía ser a veces el mundo. En su boca, se dibujó una sonrisa, llevada por la nostalgia.

-May. Mi nombre es Kai. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo –contestó, asintiendo con la cabeza, poco antes de encaminarse hacia el campamento.

 

Él la vio marchar, antes de seguir sus pasos.

 

Al día siguiente, reunidos bajo la tela que cubría la zona central del campamento, Runya se dispuso a contarles a los cuatro la propuesta de Kai. Sin embargo, antes de que empezase, May levantó la mano.

-Antes de que lo hagas, he de decirte que ya os oímos hablar del tema ayer. Y, tras hablarlo con los demás, hemos decidido ayudar.

 

La chica en silla de ruedas los miró extrañada, desplazando la vista poco después hacia Kai, quien se encogió de hombros señalando que no había tenido nada que ver.

-¿Estáis seguros? –preguntó Runya.

-Sí. Queremos saber qué significa luchar para proteger a nuestros seres queridos.

-Entiendo –Kai pudo ver en su rostro una expresión de alivio-. Entonces preparémonos cuanto antes para el viaje.

-Antes, tengo algo que contaros –señaló Kai-. No sé muy bien dónde se producirá la batalla. Por desgracia, tan sólo dispongo de información del sitio donde quizás se encuentre el proyecto Gaia.

-No te preocupes. A 2-3 kilómetros de aquí, hay otro pueblo donde vive un viejo cliente mío. Me debe una, así que estoy segura de que estará más que contento de ayudarnos. E incluso prestarnos un transporte.

-¿Dices que vive en un pueblo? Me cuesta creer que alguien que viva tan apartado y donde hay tan pocos recursos pueda  proporcionarnos un vehículo.

-Es un ex-“sphere”. Como tantos otros antes que él, prefirió irse a una zona alejada de la guerra una vez hubo amasado la suficiente fortuna para no tener que traficar más.

-Entiendo.

-Démonos prisa. Nos espera un largo camino por delante.

 

-¡Enviad a las tropas aéreas! ¡Si es necesario, también a los Erasers! –ordenó Naithan a su subordinado.

-¡Pero, si lo hacemos sin las precauciones necesarias, nuestros soldados también se verán envueltos en el ataque!

-¡Eso no importa ahora! ¡Si no eliminamos a esos semidioses, no podremos avanzar!

-¡D-de acuerdo!

 

Pese a estar escuchando las órdenes de su señor, varios súbditos reaccionaron rápidamente para ponerse delante de él, a fin de protegerle del ataque de Razer, quien no había tenido reparos en interrumpir la conversación.

-¡Será mejor que te centres en lo que tienes delante! –le advirtió el líder de los Rebeldes, en mitad de un forcejeo entre su arma y las de los sirvientes.

-¡Maldito mosquito! ¡¿Se puede saber de dónde los has sacado?!

-¡Soy un tipo con suerte, pero ni yo mismo sé de dónde procede! –se burló Razer, poco antes de desestabilizar a uno de los soldados enemigos y atravesar su pecho con su estoque, evadiendo el ataque de otro al saltar hacia atrás.

Al mismo tiempo, Will y otros rebeldes mantenían a raya al resto.

-¡Ahora, si de verdad tienes lo que hay que tener, enfréntate a mí cara a cara!

 

Mientras tanto, dentro del área ocupada por el bando de Ceron, su líder acababa de evitar ser enterrado vivo gracias al sacrificio de sus soldados, quienes habían actuado de escudo frente a la avalancha de tierra arrojada por uno de los semidioses.

-¡Señor! ¡¿Está bien?!

-¡Sí! –contestó mientras dirigía la mirada al enemigo- ¡Informa de que activen el sistema L-Drill y manden al batallón aéreo!

-¡Pero señor, creía que sólo lo usaríamos en caso de emergencia!

-¡Es que es una emergencia, soldado! ¡Lo único con lo que podemos hacer frente a esas bestias! ¡Tranquilo, estoy seguro de que el ejército de la unión también estará de acuerdo!

-¡Sí, señor! –respondió el soldado, marchándose raudo.

-Si no pasamos de aquí, no podré darle una lección a ese imbécil de Naithan –dijo para sí mismo, agarrando con fuerza su arma.

 

Así pues, los cuatro semidioses continuaron su ataque, haciendo retroceder a cada uno de los ejércitos mientras iban reduciendo poco a poco su número.

 

Junto a las tropas de la alianza entre la facción y la unión, se encontraban May y una de sus hermanas, ambas en pie sobre un bloque de tierra que la primera hacía flotar a varios metros de altura, lo que les permitía evadir los disparos del enemigo mientras atacaban a su antojo.

 

Sin embargo, se preguntaban durante cuanto tiempo serían capaces de mantener ese ritmo. Al fin y al cabo, el uso excesivo de su poder podía acabar repercutiéndoles con el tiempo.

 

En ese momento, divisaron un grupo de pequeños aviones volando en dirección a ellas.

No parecían muy veloces, pero sí muy maniobrables, lo que probablemente haría más difícil acertarles.

-Yo me encargo –dijo la hermana de May, dibujando un círculo al unir el pulgar y el índice de su mano derecha, y situándolo entre sus ojos y uno de los objetivos, como si se tratase de una mirilla.

 

Al instante, una explosión, surgida de la nada, golpeó de lleno el avión al que había apuntado, haciendo que el que estaba a su lado empezase a dispararle. Por suerte, allí estaba su hermana para protegerla, levantando un muro de piedra delante de las dos.

 

Pese a ello, la continua ráfaga de balas la obligó a reunir más arena para formar lanzas con las que atacó y persiguió a los aparatos, consiguiendo eliminar a otros cuatro de ellos al atravesar su motor. Al mismo tiempo, su hermana la apoyó mediante una serie de explosiones a su alrededor, acabando así con la que sería la primera oleada.

-No parecen tan difíciles de destruir –indicó May, confiada.

 

Todo cambió cuando escuchó el grito de su hermana, a quien vio sujetándose la pierna con expresión de dolor.

 

Los soldados en tierra habían aprovechado su enfrentamiento contra la unidad aérea, durante el cual se había reducido la altura que las separaba de ellos, para dispararles desde abajo.

 

Aquel descuido por parte de May, había dado lugar a esa situación.

-No te preocupes. Yo te protegeré –dijo, inconscientemente, mientras se elevaban a una distancia más prudencial, viendo llegar una segunda oleada de aviones, que comenzó a disparar nada más tenerlas a tiro.

 

En respuesta, la joven envió de nuevo más lanzas al mismo tiempo que seguía escudándose de los disparos. Sin embargo, el número era mayor que el de la primera oleada y, aunque su hermana intentaba ayudarla, el dolor de su herida hacía que su puntería fuese menos precisa, llegando a interferir con sus explosiones en la trayectoria de sus propios ataques.

 

Cuando quiso darse cuenta, estaban rodeadas, siendo acribilladas a tiros, que golpeaban de manera incansable el muro de piedra y tierra que las cubría, ahora formando una esfera a su alrededor.

 

“No voy a poder resistir mucho más tiempo”, pensó May, “Tengo que sacarnos de aquí”.

 

Así pues, haciendo acopio de mucha fuerza de voluntad, logró levantar una inmensa cantidad de tierra, llevándose consigo a buena parte de los soldados en la vanguardia, para luego hacer que esa misma masa de arena y rocas se juntase hasta formar el cuerpo de un gran golem, que extendió sus brazos hacia los aviones y los destruyó.

 

No obstante, aquello supuso un gran esfuerzo para May, debilitándola hasta el punto de que el golem se deshizo a los pocos segundos, precipitándose en forma de avalancha sobre el ejército enemigo. Asimismo, los bloques de tierra que las mantenían flotando en el aire también dejaron de existir, lo que provocó que ambas cayesen al vacío.

 

Mientras tanto, Kai y Kareth seguían buscando un sitio por el que escapar de aquella sala.

-¿Mm? ¿Has oído algo? –pregunto Kareth, agudizando el oído- Me ha parecido escuchar como una respiración muy fuerte.

-Me parece increíble que puedas escuchar la respiración de alguien que ni siquiera está aquí –declaró Kai.

-Me temo que esa respiración no pertenece a alguien, sino a algo –respondió, preparándose para luchar- ¡Y ese algo sí que está en esta sala!

 

Justo entonces, dos de las paredes se abrieron como compuertas, dejando entrever los cuerpos de sendos Erasers que no tardaron en introducirse en la habitación, observándolos con cara de pocos amigos.

-Parece nos habían preparado algunas sorpresitas –dijo Kai-. ¿Alguna propuesta?

-Tú sigue buscando la salida. Yo me encargaré de ellos.

-¿No tendrás problemas enfrentándolos tú solo?

-Mientras estuviste fuera, yo también tuve tiempo para pensar, y gracias a ello, creo que al fin he encontrado lo que buscaba –explicó Kareth, a la vez que se transformaba en un Eraser, sólo que manteniendo su forma humana, al igual que Detz-. Es hora de comprobar si con esto seré capaz de vencer a Detz.

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