martes, 22 de mayo de 2018

Investigation I (+18)


-¿Qué tenemos?
-El sospechoso es un varón blanco de estatura y peso medios. Su nombre es Roger Smith, estudiante universitario de unos veinte años de edad. Según datos aportados por sus familiares, vivía en un piso de alquiler, el cual pagaba gracias a su trabajo en un supermercado. Dos policías le encontraron en casa de una amiga suya, tanto ella como la supuesta pareja, asesinados. El chico, de nombre Josh Brown, había recibido veinte puñaladas, siete de ellas repartidas entre corazón y pulmones. En cuanto a la chica, de nombre Mary Maxwell, fue hallada con la parte delantera de su cuerpo casi totalmente despellejada. Su piel, sobre el presunto asesino. Se deduce que el acto se cometió cuando ella aun estaba viva y que puede tratarse de un crimen pasional, llevado por los celos.
-¿Un joven que desgarra la piel de una persona de esta manera con sólo un cuchillo de cocina? –preguntó el inspector mientras repasaba la documentación entregada por su compañera, incluidas fotos de las autopsias de los cadáveres.
-Es como en el caso de la estudiante que asesinó a sus compañeros con una motosierra. No se encuentra explicación a cómo pudo manejar un arma así, de dónde la sacó, o cómo es que nadie pudo escapar pese a que ni puertas ni ventanas estaban bloqueadas.

El inspector Harris desvió la mirada hacia el sospechoso, que se encontraba detrás de una ventana de cristal, en el interior de una habitación vacía, a excepción de una mesa y un par de sillas, una de ellas ocupada por el chico. Sus ojos estaban faltos de expresividad, vacíos, como si su mente estuviese en otra parte. Por lo que le habían contado, no había hablado con nadie desde lo sucedido, ni siquiera con su familia o su abogado. Si continuaba en ese estado, probablemente sería visto por un psiquiatra para determinar alguna afección que pudiese presentarse a juicio. Mientras tanto, le habían llamado a él, un policía con casi treinta años de experiencia a sus espaldas, más de cincuenta de edad, pelo y barba canosos y vestido con un traje y corbata grises; para que intentase sonsacarle algún tipo de información.

Tras exhalar un profundo suspiro, dejó los documentos sobre uno de los escritorios de las oficinas adyacentes y se internó en la cámara, bajo la vigilancia de sus compañeros.

El chico no reaccionó a su presencia. Se limitó a quedarse en la misma posición mientras Harris se sentaba frente a él. Poco después, un oficial apareció con un par de vasos de agua, saludó con un gesto de cabeza al inspector, quien le agradeció la bebida, y se marchó para dejarles solos.

Tranquilamente, Harris bebió un sorbo del líquido transparente y se dispuso a hablar.
-Me han dicho que llevas así desde que te trajeron. ¿Y sabes qué? A mí no me parece que estés fingiendo –dijo, cruzando los brazos encima de la mesa-. Lo sé porque yo una vez también tuve esa mirada. La mirada de alguien en shock, por haber perdido a alguien muy importante. Dime, tú no lo hiciste, ¿verdad?
Esperó unos segundos para ver si obtenía alguna reacción del chico, sin embargo, éste siguió sin moverse.

Justo cuando se disponía a probar otra estrategia, le oyó susurrar algo.
-¿Qué has dicho? –preguntó, a la vez que se levantaba de la mesa y se acercaba a él. Sus palabras apenas eran audibles, pero las repetía una y otra vez.
-Fue ella... el monstruo... fue ella... el monstruo...
Los párpados de Harris se abrieron de la sorpresa.
-¡¿El monstruo?! ¡¿Qué sabes de ella?! –se alteró, de repente, agarrando al chico del hombro. Éste continuó susurrando lo mismo, incansablemente- ¡Contesta! –exclamó mientras lo zarandeaba.
-¡Inspector Harris! –la voz de su compañera se escuchó a través del interfono que había fuera de la cámara, lo que hizo que el hombre entrase en razón y se apartase del sospechoso- ¡¿Qué ocurre?!
-No es nada... lo siento... –dijo, echándole un último vistazo a Roger antes de marcharse de allí.

-¡¿Qué ha pasado ahí dentro?!
-Lo que ha dicho, Chris. Lo que ha dicho ese chico...
-¿Qué ha dicho?
-Es lo mismo que dijo mi hijo hace diez años... antes de suicidarse...
La mujer frunció el ceño.
-¿Hablas de lo que ocurrió antes de que se resolviese el caso de “La Secta Kral”?
-Sí...
-¿Todavía piensas que esa secta tuvo algo que ver con su suicidio?
-...no lo creo. Lo sé. Y después de tres años, por fin se me vuelve a dar una señal.

El caso de “La Secta Kral”. Una investigación que se llevó a cabo a partir de la desaparición de numerosas jóvenes de entre diez y veinte años. Se descubrió posteriormente que fueron llevadas a un templo en las afueras, donde fueron asesinados tras coserles la boca. Los cadáveres fueron encontrados en el sótano de dicho templo, amontonados unos sobre otros. Los autores de tales hechos, cinco hombres, fueron detenidos, sin embargo, se suicidaron días después. Incluso se investigaron posibles personas relacionadas, no obstante, todas ellas desaparecieron o se hallaron muertas.

Las únicas pistas encontradas fueron gracias a la historia del templo. Un lugar utilizado para rituales satánicos durante el siglo XIX, dedicados a un demonio llamado Kral, quien, se decía, aparecía cuando se cometían actos atroces contra otros seres vivos, alimentándose de sus sentimientos negativos. Al parecer, hubo un incendio por entonces y, posteriormente, fue restaurado para transformarlo en un templo dedicado a la práctica de una religión distinta.

¿Qué fue lo que originó el incendio? ¿Qué rituales habían tenido lugar antes de que ocurriese? Esas eran preguntas para las que Harris llevaba nueve años intentando encontrar respuesta.

Tras un año de ausencia en el trabajo y un divorcio con su mujer, el inspector, quien había sido líder en la investigación del caso, seguía persiguiendo el motivo que llevó a su hijo al suicidio, poco después de que éste le dijese la ubicación de los sectarios. Bryan Harris, que así se llamaba el joven, había sido acosado por fuertes alucinaciones y sueños en los que siempre veía lo mismo: un monstruo de apariencia femenina que le perseguía y asesinaba.

Durante esos nueve años, lo único conseguido algo relacionado con Kral: el nombre de Janeth Johnson, su rostro y un año. Todo ello obtenido a partir de una página web de leyendas urbanas, la cual había sido cerrada dos años atrás, por causas desconocidas. No se sabía nada sobre la historia de esa chica, sin embargo, el año era el mismo en el que se produjo el incendio.

Ahora que había aparecido alguien en el mismo estado que Bryan, puede que llegase a obtener la información necesaria para saber más sobre lo que le ocurrió. No sólo eso, sino también, conocer por qué, tras diez años, se había dado un hecho parecido.

-Tengo que volver a interrogarle, Chris –dijo el inspector.
-Por hoy se acabó –respondió su ayudante, una mujer morena, de ojos verdes y anteojos de monturas ligeramente doradas, que vestía una camisa blanca y vaqueros azul oscuro-. Yo también estuve en el caso, Harris. Sé a lo que te llevó. Y viendo que todavía buscas pistas. Lo mejor será que te relajes un poco y continuemos mañana.
-¡¿Estás loca?! ¡Si perdemos el tiempo, llamarán a un psiquiatra! ¡Y una vez lo hagan, ya no podremos interrogarle!
-Tranquilo. Sólo tenemos que informar de que hemos obtenido progresos tras tu intervención. No es mentira, al fin y al cabo. De esa forma, nos darán unos poco días más.
-...
-Confía en mí. Tendremos tiempo para que puedas hablar con el chico, pero, primero, necesito que te relajes.
El inspector la miró a los ojos mientras ella mantenía una expresión firme y decidida. Acto seguido, los cerró y suspiró profundamente.
-Tienes razón. Me he dejado llevar. Es sólo que... recuerdo lo que le ocurrió a Bryan y... me da miedo que llegue a hacer lo mismo.
-Lo sé. Será mejor que lo mantengamos bajo vigilancia continua. Por hoy, vete a casa. Yo me encargo de todo.
-Gracias.
-Me debes una –sonrió ella, a lo que el hombre asintió antes de marcharse.

De vuelta en su casa, Harris observó las habitaciones vacías. Anteriormente, había sido hogar de una familia de tres personas, no obstante, hoy sólo quedaba una.

Días después del suicidio de Bryan, se hizo a la idea que su matrimonio estaba condenado. Ni él ni su mujer eran los mismos, y nunca volverían a serlo. Al final, ella no aguantó más, decidió marcharse de aquella casa y separarse de la familia que tanto le recordaba a su hijo. Fue unos meses después cuando dicha separación terminó en divorcio. No hubo problemas. No hubo disputas. Sólo silencio y tristeza.

Durante ese año de calamidades, estuvo yendo a un psicólogo. No podía olvidar lo sucedido, y prefería recurrir cuanto antes a un profesional, de lo contrario, terminaría dándose a la bebida.

Las sesiones consiguieron apartarle del alcohol, pero no era suficiente, ya que no le permitían escapar de los recuerdos. Se encontraba en el límite.

Fue entonces cuando encontró una forma de mantenerse cuerdo: aceptar aquella locura e investigar el trasfondo que la desencadenó. Para ello, volvió al trabajo, fingiendo que se había recuperado por completo y sirviéndose así de su posición para obtener la mayor información posible. La única que sabía algo por entonces era Chris, no obstante, por su reciente reacción, diría que creía que había desechado su idea.

Por desgracia, hasta ese día, los resultados habían sido escasos. Había momentos en los que había pensado en rendirse, pero, si lo hacía, significaría la muerte para lo poco que quedaba de su yo racional.

Con eso en mente, se dirigió a su habitación, dispuesto a echarse en la cama y descansar un poco. Intentaba no recurrir a somníferos para poder dormir, pero a veces las pesadillas duraban semanas, despertándolo en mitad de la noche. Y, pese a que ya se había acostumbrado, necesitaba conciliar el sueño para seguir trabajando.

Antes de cerrar los ojos, cogió una foto familiar, enmarcada y situada sobre una vieja mesita de noche de madera, al lado de la cama. En dicha foto, aparecían los tres, sonriendo. Uno de los pocos recuerdos que le quedaban de una época mejor. Sólo esperaba, que el joven Roger le ayudase a acercarse un poco más a su objetivo. No se rendiría.

A la mañana siguiente, el inspector se encontraba de nuevo frente al chico. Al parecer, desde ayer, no había dejado de repetir lo que le dijo.
-¿Conseguía dormir antes? –preguntó Harris.
-Había que drogarle para ello –respondió Chris, quien esta vez había decidido sentarse junto a él en la cámara de interrogatorios-. Ahora parece que ni siquiera eso sirve. Espero que no siga así, de lo contrario, no durará mucho...
-Según los que le han estado vigilando, por lo menos podemos decir que no tiene tendencias suicidas.
-Eso si no consideramos no dormir como una tendencia suicida.
-No seas agorera, Chris.
-Sólo quería dejarlo claro. En cualquier caso, ¿cómo pretendes sonsacarle información?
-Está claro que si sigo el procedimiento habitual, no lo lograré, así que habrá que recurrir a medidas un poco menos éticas.
-No irás a pegarle...
-¡No! ¡¿Por quien me tomas?!
-Te he visto hacerlo otras veces, Harris.
-Esos era diferente. Los sospechosos eran unos gilipollas. Además, no era pegar, sólo un escarmiento. De lo contrario ya me hubiesen quitado la placa.
-Ya, como que no he tenido que cubrirte las espaldas en más de una ocasión.
-De acuerdo, de acuerdo. En cualquier caso, no voy a pegarle.
-¿Entonces? –los ojos de la mujer, tras las lentes, brillaban por la curiosidad.
-Voy a intentar profundizar en el trauma que le produjo el shock. Esta mañana he conseguido documentación sobre la joven asesinada, Mary Maxwell. Creo que si muevo un poco los hilos, podré hacerle revivir la escena del asesinato.
-¡Joder, Harris! ¡En parte, prefería tus escarmientos! ¡Dependiendo de su reacción, podríamos meternos en problemas!
-Lo sé. A mí tampoco me hace especial gracia pero... no se me ocurre otra cosa aparte de lo que ya se ha probado...

Chris se quitó las gafas y se llevó una mano a la cabeza, suspirando. Acto seguido, se las volvió a poner y miró a su compañero.
-Ahora mismo sólo estamos tú y yo vigilándole, pero tenemos poco tiempo. Pensaré una buena excusa en caso de que la situación se ponga violenta y llamemos la atención. Date prisa.
-De acuerdo –contestó el hombre mientras ella salía de la sala.

Una vez se hubo quedado a solas con Roger, el inspector comenzó con su actuación.
-Tenías mucha confianza con esa chica, Mary Maxwell. La querías, ¿verdad? Incluso ibais a la misma facultad. Es una verdadera pena... –entonces, su expresión se volvió maliciosa y sonriente-. Dime, ¿qué sentiste al ver su cuerpo despellejado? ¿Pensaste que al quedarte con su piel podrías tenerla a ella? ¿Sentir su tacto? Ella no te veía de la misma forma, por eso vuestra relación no avanzaba, por eso buscó afecto en otra persona.
-Fue ella... el monstruo... fue ella... el monstruo... –repitió Roger, aunque, esta vez, elevando el tono.
-Pero ese monstruo no estaba allí. ¿Acaso no fuiste tú quien creó un monstruo en su cabeza como excusa?
-No... fue ella... el monstruo... fue ella... el monstruo...
-¡Mary ya no volverá a ti, Roger! ¡Jamás volverá a amarte! ¡No al monstruo en el que te has convertido y, por supuesto, no mientras sólo sea puto cadáver!
-¡Fue ella! ¡Fue el monstruo! –gritó el chico, levantándose de repente, y lanzándose contra la pared de la sala. Sus manos y pies estaban atados, por lo que perdió el equilibrio y cayó al suelo- ¡Ella vino a mí en el templo! ¡Me dijo que había cumplido mi deseo, pero mintió!
Harris se acercó a él y lo levantó, pues el chico estaba intentando golpearse la cabeza pese a sus dificultades para moverse.
-¡¿De qué templo estás hablando, Roger?! –exclamó, cogiéndolo por los hombros.
-¡Demonio! ¡Demonio! ¡Él le maltrataba! ¡Yo la salvé! ¡El templo! ¡Me engañó! ¡Me engañó!
Sus movimientos se volvieron más impredecibles y su fuerza se incrementó, rompiendo sus ataduras. Harris tuvo que abrazarlo, forcejeando con él para que no hiciese una locura.
-¡Chris!
Cada vez le estaba costando más retenerlo. Para colmo de males, estaba empezando a echar espuma por la boca y sus pupilas miraban hacia arriba. Había perdido la cabeza por completo.
-¡Chris, joder!
-¡Templo de KoRrAL! ¡Me engañó! ¡Fuego en los templos! ¡Mary! ¡Quiéreme! ¡Mary!
En ese momento, entró Chris por la puerta con una pistola y disparó al joven. Un dardo tranquilizante penetró en su cuerpo, sin embargo, éste apenas dio resultado, obligando a la mujer a disparar un par más.

Finalmente, su fuerza disminuyó y, poco a poco, fue quedándose dormido. Entonces, el inspector relajó los músculos de sus brazos y respiró hondo, dejándolo sentado sobre su silla, con cuidado.
-Quiéreme... mamá... –dijo Roger, antes de perder la consciencia por completo.
-¿Mamá? –se extrañó Harris, quien levantó la vista hacia Chris mientras ésta se guardaba el arma.
-Ya sabía yo que no era buena idea...

Pese a que ellos dos habían sido los únicos vigilándolo, lo ocurrido dentro de la sala había quedado grabado, y dado que el gasto de munición tranquilizante y el estado del chico habían llamado la atención, no se tardó en descubrir a los culpables. Por suerte, Roger estaba bien, por lo que los sucesos no se habían considerado graves. No obstante, por un procedimiento inadecuado a la hora de interrogar al sospechoso, ambos fueron suspendidos de empleo y sueldo durante un tiempo. En el caso de Harris, una semana, y en el caso de Chris, tres días, ya que el inspector había declarado a su favor, explicando que había sido idea suya y ella había tratado de pararle los pies. Sin embargo, había terminado siendo cómplice, por lo que también recibió castigo.
-Lo siento, Chris. Ha sido culpa mía.
-Lo sé, pero bueno, me lo tomaré como unas pequeñas vacaciones. Espero que al menos haya servido para algo.
-Sí, aunque no estoy seguro del todo, pero, tal y lo que dijo, creo que en 1853 no se incendió un sólo templo. Puede que en uno de ellos estén las respuestas que busco...

Por supuesto, el primer sitio donde empezó a buscar información hace nueve años, una vez de vuelta al trabajo, fue el templo en el que se produjeron los asesinatos, cerrado después de los acontecimientos. No obstante, no encontró nada más aparte de lo que ya conocía del caso. Por tanto, decidió probar suerte en otros templos de la zona, así como de ciudades circundantes o más alejadas, pero tampoco logró llegar alguna conclusión.

Ahora que la existencia de más templos había salido a la luz, pensaba que éstos podrían haber sido sustituidos por otros edificios tras las restauraciones posteriores a los incendios. Es más, si disponían de sótanos como en el caso del primero, cabía la posibilidad de que aún estuviesen ahí. En ese caso, para conseguir su ubicación, primero tendría que volver a visitar el templo a las afueras, que había vuelto a abrir hacía dos años, recuperando sus actividades después de que se desmintiese cualquier relación entre los asesinos de hace diez años y los religiosos que se hospedaban allí.

Así pues, acompañado de Chris, se presentó allí, llamando la atención de uno de los huéspedes, quien se acercó a ellos esbozando una amable sonrisa.
-¿En qué puedo ayudarles? –preguntó. Vestía una túnica dorada con una línea roja de gran grosor que descendía en diagonal desde la zona del hombro izquierdo hasta el costado derecho.
-Verá, mi mujer y yo hemos venido de viaje a esta ciudad y nos gustaría, a ser posible, hacer una visita por el templo.

Evidentemente, era mentira, pero ninguno de los dos había pisado ese lugar desde que reabriera, así que no había motivo para que les conociesen.
-Por supuesto. No hay ningún problema. Sin embargo, necesitaremos sus identificaciones y firmas. Es una mera formalidad. Ya sabe, por si hay problemas.
-Claro, lo entiendo. Nunca se sabe qué clase de gente vendrá.
-Gracias por su comprensión y disculpen las molestias.

En ese momento, Chris entregó al religioso un par de carnés falsos. Por lo general, éstos habían sido utilizados para esconder sus identidades en algunas investigaciones. Incluso disponían de otras firmas diferentes a las incluidas en sus identificaciones reales. Dado el hecho de que habían sido suspendidos temporalmente, aquello era ilegal, no obstante, mientras no llamasen la atención, todo quedaría en una mera anécdota, y los carnés falsos como un utensilio para cubrirles las espaldas.

-Todo en orden –dijo el huésped una vez firmados los documentos de responsabilidad-. La visita es libre, pero, por favor, no toquen nada y no entren a los lugares limitados únicamente a los que vivimos aquí.
-De acuerdo.
-Si tienen cualquier pregunta, no duden en hacérmela.
Dicho esto, los dos policías entraron.

Estaba igual que como lo recordaban. Había tres gruesos pilares de color rojo a cada uno de los laterales de la sala principal, la cual tenía forma ligeramente rectangular. Sobre dichos pilares, se podía observar una segunda planta, cuyos pasillos presentaban barandillas de madera a los bordes, impidiendo la caída al primer piso, cuyo suelo de piedra, supondría un viaje de no retorno en tal caso. Este suelo, a su vez, estaba escalonado hacia el centro, donde se encontraba un altar de mármol blanco en el que había un dibujo tallado. En él, aparecía una especie de forma redonda, cuya mitad izquierda parecía representar al Sol y la mitad derecha a la Luna.
-Me pregunto si el sótano habrá sido tapiado –susurró Chris, mirando el altar.
-No creo que nos dejen averiguarlo.

Durante un tiempo, estuvieron dando vueltas, incluyendo la planta de arriba, pero ninguno percibió algo fuera de lo normal. Así pues, Harris se acercó al religioso con el que habían hablado.
-Disculpe, hay algo que me gustaría saber.
-Dígame.
-He leído en la guía turística que en el siglo XIX había más templos, sin embargo éste es el único que he encontrado. ¿Sabe algo?
-Lo siento, señor. La verdad es que no sé nada sobre el tema. El único templo en esta ciudad del que tengo constancia es éste.
-Vaya, ya veo...
-Siento no haber podido ser de ayuda.
-No te preocupes. Gracias de todas formas –contestó Harris disponiéndose a marcharse.
-¡Espere, señor! Quizás haya alguien que sí pueda ayudarle. Uno de mis compañeros es estudiante de historia. Es posible que sepa algo.
-¿Y dónde podría encontrarle?
-No debería tardar mucho en llegar. ¡Ah! ¡De hecho, ahí está!

El inspector miró hacia donde le había indicado, encontrando, cerca de la entrada, a un joven de pelo cano y corto, estatura media, delgado y sonrisa astuta. Llevaba una chaqueta azul marino y una mochila color marrón a su espalda. Además, iba acompañado de una chica más bajita que él, con el pelo del mismo color pero, al contrario que él, largo hasta la zona del pecho. La expresión de la joven llamó la atención del hombre, quien vio en ella el súmmum de la indiferencia, como si no tuviese alma.

Así pues, Harris y Chris se acercaron a los dos. El chico, al percatarse de su presencia, se giró hacia ellos, mostrándose afable y respetuoso.
-Muy buenas, ¿están de visita?
-Sí, hemos venido de viaje a esta ciudad, y uno de los lugares que más nos ha llamado la atención ha sido este templo. Le estaba comentando a tu compañero que había leído de la existencia de más como éste durante el siglo XIX, pero me ha respondido que no tiene constancia de ello y que te preguntase a ti, ya que eres más entendido en la historia de por aquí.
-Y así es. Estudio historia en la universidad gracias a una beca, y uno de los aspectos que más me gusta es la historia local y la cultura popular. No obstante, aún me queda mucho por aprender, por lo que quizás no pueda darle toda la información que busca.
-De hecho, mi mayor interés es conocer la ubicación en la que se encontraban, si es que en verdad había más.
-En ese caso, siento decepcionarle. Existían más templos, pero desconozco dónde estaban.
-Vaya por dios. Es una pena. En ese caso, cualquier información que puedas darme sobre ellos estaría bien. Siento curiosidad por su historia.
-De acuerdo. Por lo que sé, todos ellos fueron construidos en honor al demonio Kral, sin embargo, en cuanto los creyentes de otras religiones se dieron cuenta de las atrocidades que se cometían dentro, decidieron quemarlos... bueno, aunque hubo uno que fue quemado por alguien perteneciente a la propia secta...
-¿A qué atrocidades te refieres? –preguntó Harris, cuyo tono se estaba acercando más al de un interrogador que a la curiosidad de un turista, algo que Chris le hizo notar, dándole un codazo en la espalda.
-Sacrificios. De todas las maneras posibles: descuartizamientos, apuñalamientos, lo que se les ocurriese con tal de coleccionar sentimientos negativos que alimentasen al demonio que adoraban.
-Una historia terrorífica. Me pregunto por qué lo harían... –intentando volver a su papel de turista, el inspector tomó una vía más indirecta para conseguir información. No se percató de la leve sonrisa del chico al escucharle.
-Puedo asegurarle que no lo hacían por veneración... o, al menos, no sólo por ello. Al parecer, su objetivo era el de traer al demonio a este mundo y condenar a la humanidad.
-Y yo que creía que esta historia no se podía volver más siniestra –añadió Chris.
-La mente humana es de lo más sorprendente. Sólo las personas serían capaces de buscar el fin del mundo –contestó el joven.
-Pues sí que sabes bastante sobre el tema. ¿Dónde has encontrando tanta información? ¿En la biblioteca?
-¡Jajaja! –rió el chico-. No. Por desgracia, allí apenas existen datos sobre los templos. Tengo mis contactos. En concreto, hay una persona que sabe más que yo. De hecho, es posible que él sí pueda decirles dónde se ubicaban los templos.
-¡Oh! ¡Eso es genial! ¡¿Podría hablar con él?!
-Le daré su dirección. He de advertirle que es alguien un tanto... peculiar, pero no se preocupe, si dice que va de mi parte no habrá problemas.
-Ya...
-Por cierto, no nos hemos presentado todavía –dijo de repente el chico.
-¡Es verdad! ¡¿Dónde están mis modales?! Mi nombre es Sun, Sun Shepherd, y ella es mi esposa, Emma Stonecage -mintió Harris.
-Encantada –le siguió el juego Chris.
-Lo mismo digo. Yo soy Adam, y ella es mi hermana. Su nombre es Leenah...

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