martes, 9 de agosto de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 10

Ivel llevó tres cajas a uno de los carros que transportaban las provisiones (una de ellas sujetándola hábilmente con el brazo de su espalda), apilándolas una encima de otra.

-Ah... –suspiró mientras secaba el sudor de su frente.

-No te fuerces demasiado. Llevas toda la mañana cargando cajas, ya sea para nómadas o Rebeldes –dijo Jaryl, situando un par de mantas bien dobladas al lado de las cajas.

-He hecho cosas peores –replicó la chica-. Además, de alguna manera tenemos que agradecérselo.

-Lo entiendo, pero ese chico, Razer, dijo que nos tomásemos nuestro tiempo.

-El trato es recibir provisiones a cambio de trabajos que beneficien a la villa y los Rebeldes. Cuanto antes acabemos y nos llevemos esas provisiones, mejor. No quiero abusar de su hospitalidad.

-Claro, pero.... no sé. Me da la sensación de que estás intentando no pensar en algo.

-Nada de eso –contestó rápidamente- Voy a por más.

-¡Ivel! –trató de llamarla el joven que, cuando quiso darse cuenta, ya la había perdido de vista.

 

-¡¿Pero qué me pasa?! –se quejó Ivel, alejada del campamento, con una mano sobre su cabeza.

-¡Ivel! ¡Iveeeeeeeel!

 

Sorprendida por aquella voz, la joven giró sobre sí misma, preparándose para golpear a quien fuese que la estuviese llamando. Por suerte, consiguió detenerse antes de la cara de Miruru acabase hecha papilla.

-¡¿Mi-Miruru?! ¡¿Qué quieres?! –preguntó, escondiendo por reflejo el brazo de su espalda.

-¡Tienes que ayudarnos!

-¡¿Ayudaros?! ¡¿A qué?!

-¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Ven, deprisa! –exclamó al mismo tiempo que la cogía de la muñeca y la arrastraba con ella.

-¡Espera! ¡Estoy ocupada ahora mismo!

-¡Ya seguirás! ¡Esto es más importante!

-¡¿Eh?!

 

Poco después, llegaron a una habitación donde ya estaban Nara y Remi.

-¿Eh? ¿Has traído a Ivel? ¡No deberías haberla molestado, Miruru! ¡Tiene que estar ocupadísima! –la regañó Nara.

-¡Es que esto es importante! –respondió Miruru.

-¡No inventes!

-¡¿Alguien puede explicarme qué está pasando?! –las interrumpió Ivel.

-Pues que estamos buscando nombre para el bebé, pero como no hay ninguno que le termine de gustar a Nara, Miruru ha ido a ver si alguien estaba interesado en proponer. Sólo que haciendo de ello un mundo –explicó Remi.

-¡¿De verdad me has traído sólo por eso?!

-Es que Drake y Seph están de guardia ahora mismo, así que, al verte a ti, pensé: “Ella servirá” –contestó Miruru, provocando que la nómada se echase las manos a la cabeza.

-Será mejor que vuelva.

-¡Espera, Ivel! Si no te importa... me gustaría hablar contigo en privado –le pidió Nara.

-¡¿Eh?! ¡¿Vas a dejarme fuera de la conversación?! ¡¿A mí?! ¡¿A tu amiga del alma?! –se quejó Miruru.

-¡Yo también me siento ofendido! –añadió Remi.

-¡Salid los dos de la habitación! ¡Ahora! –gritó Nara, dejándoles mudos.

-¡Sí, señora! –respondieron al unísono, huyendo con el rabo entre las piernas.

 

-Perdónales –dijo Nara, una vez se hubieron quedado a solas.

-N-no pasa nada. ¿De qué quieres hablar?

-¿Estás enamorada de Kareth? –preguntó sin rodeos, aunque con cierta timidez en su voz.

 

Aunque se sorprendió al principio, tras unos segundos, Ivel adoptó una expresión más seria.

-¿Cómo...?

-Me lo dijo Seph –respondió antes de que terminase la pregunta- Dijo que no estaba segura del todo, pero que te notó rara cuando te enteraste de que Kareth y yo estábamos juntos.

-Preferiría no hablar ahora sobre el tema –replicó Ivel.

-¡Espera, por favor! Yo... sólo quería decirte que no hay nada de malo en querer a alguien, aunque no te corresponda. Sé bien que cuando estás enamorada de otra persona, haces todo lo posible por superarte a ti misma, y descubres cualidades propias que desconocías. Ser más valiente por ese alguien fue una de las que yo misma experimenté. El amor tiene muchas cosas buenas y... me gustaría que también las conocieses.

 

Ivel se quedó en silencio, observándola mientras intentaba explicarse. Al terminar, le dio la espalda.

-¡Ivel!

-Gracias por tus palabras –respondió, saliendo de la habitación y encontrándose con Miruru en el pasillo, tratando de disimular mirando para otro lado.

 

Sin inmutarse, la nómada se marchó en dirección contraria.

 

-¿Estás bien? –preguntó Miruru, al entrar de nuevo, descubriendo a su amiga cabizbaja- No te preocupes. Seguro que se le pasará.

-Creo que me odia.

-¡¿Por qué iba a odiarte?! ¡No tienes la culpa! ¡A veces se gana y otras se pierde! ¡Es tan simple como eso!

-El rechazo no es tan fácil de asimilar, Miruru.

-Pero no se puede hacer nada. A no ser que sea de esas personas que van a por la pareja de otro, en cuyo caso, yo misma me encargaré de matarla –aseguró la semidiosa, recibiendo la mirada amenazante de su amiga- Es broma... casi... En cualquier caso, ya verás como acaba aceptándolo y se soluciona. A veces eres demasiado buena. No tienes por qué sentirte mal por ella.

-¿No será que tú eres demasiado dura? –comentó Nara.

-Puede que no sepa mucho sobre el amor. No he tenido tanto tiempo para aprender. Aun así, no me declaré a Kai sabiendo que todo saldría bien. Estaba preparada para ser rechazada y aceptar el dolor. Creo que ella también debe aprenderlo. No. Estoy segura de que lo hará. Dale tiempo.

-Supongo que tienes razón. Gracias, Miruru.

-Por algo soy tu amiga del alma. Así que, ¡no vuelvas a echarme de la habitación! –exclamó, con ojos llorosos.

-¡Jajaja!

 

De repente, el sonido de una sirena, haciendo eco por toda la villa, las sobresaltó.

-¡¿Qué ocurre?! –preguntó Miruru.

-No lo sé –respondió Nara, quien tuvo un mal presentimiento.

 

-Supongo que los demás también me conocéis. Al menos, si ya os han hablado del proyecto Gaia –dijo Detz mientras se acercaba a la mesa en la que estaban todos reunidos.

-El líder del proyecto Gaia, si no me equivoco –respondió Alder.

-En parte, puede, pero si hay una verdadera líder, esa es Gaia. Yo sería algo así como su representante.

-¡No me importa! ¡¿A qué has venido?! –le interrumpió Ceron.

-Como ya os ha dicho mi buen amigo Naithan, os hemos preparado una pequeña sorpresa. Aunque no creo que os guste mucho.

-¿A qué te refieres? –preguntó Alder, frunciendo el ceño.

-¿De verdad no os preguntasteis por qué el emperador accedió a reunirse con vosotros pese a haberse aliado con “Comhairle”?

-¡Si te refieres a que pretender matarnos al hacernos venir aquí, te equivocas! ¡Ya estábamos preparados para enfrentarnos a vosotros! –declaró Ceron, orgulloso.

-¿Mataros? No. Es mucho mejor que eso. De hecho, si hubiésemos querido lo que dices, lo habríamos hecho nada más veros llegar.

-Entiendo. Vuestro plan es retenernos aquí –señaló Alder.

-Correcto. Eres perspicaz, Alder.

-¿Y que buscáis con eso? –preguntó Razer.

-Simple. Atacar vuestros territorios mientras sus líderes están ausentes.

-¡¿De verdad piensas que no sabrán defenderse sin nosotros?! ¡Les subestimas! –exclamó el gobernador de la facción.

-Además, destruirlo no es conveniente para tu plan –añadió Kareth.

-Por supuesto, pero nunca dije que mi intención fuese esa, tan sólo atacarlos. Además, sé que vuestros soldados son muy capaces, pero esta vez se enfrentarán a algo muy diferente. Algo contra lo que nunca han luchado.

-¿Qué?

-Os contaré una cosa. El Radiar nos fue otorgado por Gaia con el fin de evolucionar, pero alcanzar el punto más álgido en dicha evolución conllevaba transformarse en una entidad superior. El nacimiento de una nueva especie, sin perder las cualidades de la nuestra. Sin embargo, la humanidad no fue digna de su regalo, y las consecuencias fueron que las células de algunos de nosotros mutasen y sus cuerpos se transformasen en aberraciones de color negro y ojos rojos.

-No puede ser –se le escapó a Kareth.

-Por lo que veo, ya os habéis cruzado con algunos de ellos –dijo Detz, sonriendo maliciosamente.

-No me digas que estáis planeando utilizarlos para... –comenzó Kai, sin dar crédito a lo que acababa de oír.

-¿¡Esos seres!? ¡Por favor, tienen un nombre! ¡Llámalos Erasers! –le interrumpió Naithan, fingiendo ofenderse.

-Sí. Ahora mismo, una multitud de ellos se está dirigiendo a cada uno de vuestros territorios –continuó Detz.

-¿A qué se refiere, Kareth? –preguntó Razer, quien estaba empezando a perder la calma.

-Kai habló sobre ellos. Tienen una forma parecida a cuando yo me transformo.

-Grandes, fuertes y no atienden a razones –añadió el nigromante.

-Y deja que te diga otra cosa, querido líder de los Rebeldes –dijo Naithan, acercando su rostro al de Razer- Tu adorable villa es prescindible para el proyecto Gaia.

 

Aquellas palabras hicieron que Razer perdiese la compostura y le propinase un puñetazo en la mejilla a Naithan, tirándolo de su asiento.

-¡Maldito bastardo! ¡Voy a matarte! –gritó Razer, lleno de rabia, siendo agarrado por Quattuor para evitar que siguiese.

-Vaya, vaya... –dijo Naithan mientras acariciaba la zona golpeada- No deberías haber hecho eso. ¡Duobus! -a su llamada, la mujer sacó un comunicador y se lo llevó a la boca.

-Procede –ordenó.

 

Tras salir corriendo del edificio, Nara y Miruru encontraron a Remi.

-¡¿Qué está pasando?! –preguntó la primera.

-¡Se acerca el enemigo! ¡Me han dicho que ayude a evacuar a los civiles!

-¡¿Quiénes son?! –preguntó Miruru.

-¡No lo sé, pero tengo que darme prisa! ¡Tú también deberías irte! –le dijo a Nara.

-¡No! ¡Te ayudaré! –exclamó.

-¡¿Estás loca?! ¡Si os pasa algo a ti y al bebé no me lo perdonaré en la vida! ¡Lárgate!

-¡Pero...!

-¡No hay peros que valgan!

-¡Tiene razón, Nara! ¡No te preocupes, yo cuidaré de ella! –lo tranquilizó Miruru.

-¡Cuento contigo!

 

Sin entretenerse más tiempo, el chico se dirigió a otra casa. Mientras tanto, la semidiosa cogió la mano de su amiga y ambas siguieron al resto de civiles que también buscaban refugio.

 

Por otro lado, Ivel corrió hacia las afueras de la villa, donde se asentaban los nómadas. Por el camino, observó el continuo ir y venir de los habitantes de la villa, ya fuese para guarecerse, ayudar a los rezagados o unirse a los pelotones de defensa.

 

En poco tiempo, llegó junto a sus semejantes, donde encontró a Donell y a su padre.

-¡¿Qué pasa?! –preguntó.

-¡Ivel! ¡Suerte que has venido! ¡Quiero pediros algo! –dijo Donell- ¡Necesitamos que nos ayudéis en la evacuación!

-¡Como no estabas, le he pedido a Jaryl que reúna a un grupo con aquellos más rápidos para la tarea! –explicó Argo- ¡Deben de estar al caer! ¡Listos para recibir tus órdenes!

 

Dicho y hecho. Instantes después, el joven apareció seguido de varios de los suyos.

-¡Aquí estamos! ¡He transmitido el mensaje al resto de nosotros para que evacuen también!  –informó el chico.

-¡Bien! –respondió Ivel- ¡Dirigíos a la villa y ayudad a los civiles, siguiendo las indicaciones de Donell!

-¡Sí!

-¡Padre! ¡Ven conmigo! ¡Reclutaremos a un grupo de cazadores y nos uniremos en la defensa! ¡Puede que en el trato no se concretase nada de esto, pero los nómadas somos guerreros formidables y esto también nos incumbe! –declaró, mientras miraba a Donell, para luego dirigirse de nuevo a Argo- ¡Vamos!

 

Después de tomar cada uno su respectivo camino, la joven pelirroja distinguió a lo lejos las figuras de tres seres de color negro acercándose a la frontera de la villa.

 

-¡Preparaos para disparar! –exclamó Seph, dirigiendo a la avanzadilla. Desde su posición, y sin necesidad de prismáticos, podía ver llegar a los primeros monstruos- ¡A mi señal!

“Espero poder frenarlos”, pensó, tratando de aguantar el tiempo suficiente hasta que los Erasers estuviesen a tiro mientras recordaba, durante unos instantes, al día en que ella, Drake, Kai y Miruru tuvieron que enfrentarse a uno de ellos, y los problemas que les causaron.

-¡Fuego! –exclamó, tras lo cual una multitud de disparos impactó contra el enemigo, consiguiendo disminuir la velocidad de su carga.

 

Por desgracia, no fue suficiente, de manera que gran parte de los soldados aliados fueron embestidos por uno de ellos, abriéndose una brecha en sus defensas, por la que le siguieron otros dos.

-¡Mierda! –se quejó Seph, esquivando a tiempo la acometida, al mismo tiempo que intentaba buscar hueco para atacarles.

 

En ese momento, hubo sendas explosiones sobre cabeza y lomo de dos de las bestias, lanzándolas contra el suelo y consiguiendo detener su avance. Poco después apareció Drake, seguido de otro escuadrón que, nada más tenerlos a tiro, descargó una lluvia de balas contra ellos.

 

Sin embargo, aquello no echó atrás a sus adversarios, que lejos de rendirse, se alzaron de nuevo y contraatacaron, alcanzando a algunos con sus garras y lanzando por los aires.

 

Mientras tanto, el restante que había conseguido librarse del bombardeo, logró adentrarse en la villa.

-¡¿Estás bien?! –preguntó Drake, una vez Seph se hubo reunido con él.

-¡Sí! ¡Encarguémonos de éstos antes de que lleguen más! ¡Ordenaré a mi escuadrón que se mantenga en la frontera para intentar reducir su embestida!

-¡De acuerdo! –respondió el chico, preparando una serie de explosivos móviles y ordenándoles que atacasen las extremidades de aquellas bestias. Entonces las dejó en el suelo, de forma que éstas corrieron directamente hacia su objetivo, hasta explotar y lograr que perdiesen el equilibrio. Acto seguido, Seph utilizó sus hilos para retener a uno de ellos, usando construcciones de alrededor como refuerzo, y así dar suficiente tiempo a su pareja para que lo rematase. Pero, justo cuando se disponía a hacerlo, el otro Eraser se levantó y se lanzó sobre la chica.

-¡Seph! –exclamó Drake, demasiado alejado como para protegerla a tiempo.

 

Por suerte, una flecha, surgida de la nada, acertó de lleno en la cabeza del monstruo, derribándolo aunque sin llegar a matarlo.

-¡Ahora! –apuró Seph, a la par que el chico introducía varios explosivos entre las fauces del enemigo, haciendo que volase en pedazos.

-¡Siento llegar tarde! –dijo Sarah, reuniéndose con ellos.

-¡Justo a tiempo! ¡Gracias por salvarme! –agradeció Seph, chocándole la mano.

 

Muy a su pesar, poco les duraría la celebración, pues cinco más de esos monstruos atravesaron la frontera y se adentraban en la villa mientras destrozaban todo a su paso.

-¡Maldita sea! –se quejó Sarah.

 

-¡Rápido! ¡Por aquí! ¡No creo que nos falte mucho! –animó Miruru a Nara.

 

Ésta última observó a otras personas corriendo junto a ella en la misma dirección. Muchos de ellos con expresiones de terror en sus rostros. Otros, los más pequeños sobre todo, siguiendo a sus familiares con miradas confusas y preguntas sin respuesta.

 

En mitad de todo aquel caos, la joven divisó a un pequeño que lloraba desconsolado. Seguramente, se había separado de sus padres, quedándose solo y asustado.

 

Incapaz de verle así, dejó atrás a su amiga y corrió hacia él.

-¡¿Nara?! ¡¿Qué haces?! –exclamó Miruru, sorprendida por su reacción.

-¡¿Estás bien?! ¡¿Te duele algo?! –le preguntó al niño, cogiéndolo en brazos- ¡No te preocupes! ¡Todo saldrá bien! ¡Me encargaré de reunirte con tus padres!

-¡Te en-con-tré! –le dijo una voz burlona, poniéndose delante de ella de manera que pudo ver perfectamente sus características gafas de sol, su chaqueta de cuero y una amplia y macabra sonrisa.

-U-num –dejó escapar Nara.

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