viernes, 29 de abril de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 8

-¿Cómo estás? –preguntó Remi, al entrar en la habitación de Nara, quien descansaba en la cama, con Seph sentada a su lado.

-Bien. Nada fuera de lo normal –respondió.

 

Acto seguido, su amigo le dejó una bandeja de comida encima de una pequeña mesita. Entonces, se mantuvo unos segundos en pie, mirando el vientre de la chica.

-Ya sabía yo que llegaría este día. Aunque no tan pronto, la verdad –confesó el joven.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Nara, extrañada.

-Pues que estaba claro que Kareth y tú acabaríais en la cama y...

-¡Remi!

-Era broma –rió el joven-. Sabes de sobra que me alegro por vosotros.

 

Sin mostrarse muy convencida, la joven decidió cambiar de tema.

-Me pregunto si habrán encontrado lo que buscaban.

-Siempre podrían dar otro viaje, aunque dudo que a Razer le guste esa idea –bromeó, esta vez, Seph.

-Por cierto, ¿dónde está Drake? –preguntó Remi.

-Se ha quedado vigilando por si volvían. Me ha dicho que cuando lo hiciesen nos avisaría.

 

Justo en ese momento, la puerta se abrió, apareciendo Drake.

-¡Han vuelto! –exclamó, sobresaltando al resto.

-¡¿Quieres llamar al menos?! ¡He estado a punto de lanzarte la bandeja a la cara! –contestó Seph.

-¡Lo que quieras! ¡El caso es que no vienen solos! –continuó Drake.

-¡¿Enemigos?! –preguntó Remi, preparando su arma.

-¡Creo que no, pero será mejor que vayamos por si acaso!

 

Así pues, el grupo se desplazó hasta la entrada a la villa, llegando justo cuando Donell mantenía una conversación con Kareth.

-¿Crees entonces que Razer aceptará?

-No veo que haya ningún problema, pero se lo diré cuanto antes. De momento, diles que se instalen en las afueras. Les proporcionaremos algunos recursos de primera necesidad en lo que tardan en formalizarse las negociaciones.

-Gracias, Donell.

-No hay de qué –sentenció el hombre, asintiendo.

-¿Sabes dónde está Normand? –preguntó Sarah, apareciendo ella y Quattuor cargados con cajas.

-Está en su habitación ahora mismo. Creo que está revisando ese aparato al que está subido –respondió Donell, a quien le agradecieron la información, antes de marcharse.

 

-¡Kareth! –gritó Remi mientras corría hacia él.

-¡Hola, ¿cómo va todo por aquí?!

-¡Sin problemas! ¿Quiénes son? –preguntó, señalando a los nómadas.

-Son amigos míos. Nos encontramos con ellos en el oasis, aunque Sarah y yo ya los conocíamos de cuando escapamos de Yohei Gakko. No te preocupes, son de fiar –declaró el joven.

-¿Han venido para unirse a los Rebeldes? –preguntó Seph.

-No exactamente. Sus provisiones escasean y necesitan reabastecerse. Probaron en el oasis, pero resultó ser más peligroso de lo que esperaban, así que les propuse venir aquí e intentar negociar con Razer –explicó, desviando la mirada hacia Nara.

-Bienvenido –dijo la chica, sonriéndole de vuelta.

-¿Me has echado de menos?

-Claro que sí. Igual que tú a mí.

-Qué va. Sólo un poquito.

-No te hagas el duro, Kareth –intervino Remi, esbozando una malévola sonrisa.

-Kareth –en ese momento apareció Ivel, situándose al lado de chico- ¿Qué han dicho?

-Que por el momento os proporcionemos recursos de primera necesidad hasta que venga Razer a hablar con vosotros.

-Bien, se lo diré a los demás. Gracias por todo.

-No hay de qué.

-¡Oye, Kareth! ¡¿Quién es esta belleza que te acompaña?! –preguntó Drake, acercándose a Ivel y cogiendo su mano para besársela, a lo que ella respondió agarrándole del brazo y tumbándolo contra el suelo en el momento en que sintió el roce con su piel, inmovilizándolo.

-Como vuelvas a acercarte de esa forma, te corto tus partes –amenazó la joven.

-P-perdón –dijo Drake con un hilo de voz.

 

Al mismo tiempo, Ivel sintió cómo algo fino rodeaba su cuello. Al girarse, lentamente, se dio cuenta de que Seph se encontraba a su lado, fulminándola con la mirada.

-La única que tiene permitido castigar a este imbécil soy yo. Ni te atrevas a ponerle un sólo dedo encima.

-¡V-vamos a calmarnos todos, ¿eh?! –sugirió Kareth, separándolos- Permitidme que la presente. Ella es Ivel, la líder de los nómadas y, como podéis ver, una gran guerrera –continuó mientras los demás asentían, todavía sorprendidos por lo ocurrido.

-En cuanto a los demás, el chico que se te ha acercado se llama Drake. Puede que parezca un pervertido, pero en realidad es buena persona, así que no se lo tengas muy en cuenta.

-Ya veo. Puede que me haya pasado un poco. Lo siento.

-Yo también... –respondió Drake, todavía miedo en su rostro-. Mis partes... y parecía que iba en serio... –murmuró.

-La chica que te ha amenazado se llama Seph. Es pareja de Drake y también una persona de confianza.

-Te pido perdón a ti también –dijo Ivel, ofreciéndole su mano.

-Claro –contestó Seph, estrechándosela, aunque todavía un poco molesta.

-Él es Remi, amigo mío desde hace mucho. Puede ser un poco pesado con sus bromas, así que ten cuidado.

-¡Eh! ¡¿Se puede saber qué imagen quieres dar de mí?! –replicó Remi.

-La que te haces tú solito.

-Encantada –les interrumpió Ivel.

-Y para acabar, te presento a Nara, también amiga mía desde hace tiempo y alguien muy especial para mí.

-¿E-especial? –preguntó la líder nómada, con voz temblorosa.

-Quiere decir que son un par de tortolitos con muchas ganas de darse amor –sentenció Remi, entre risas, dándole un codazo a su amigo.

-¡No hace falta que lo digas así! –lo regañó Kareth, quien intentaba ser más formal.

-¿Ocurre algo, Ivel? –preguntó, de repente, Nara, al percatarse la expresión sombría de la joven, cuya boca se había quedado entreabierta y parecía ensimismada.

-Te has puesto pálida. ¿Estás bien? –se preocupó Remi.

 

Lentamente, la joven parpadeó varias veces, volviendo en sí. Entonces apretó con fuerza los labios y, después de unos instantes, forzó una sonrisa.

-Estoy bien, tranquilos.

-Si tú lo dices... –se extrañó Remi.

-Bueno, vamos dentro. ¿Vienes, Ivel? –propuso Kareth.

-No, mejor no. Tengo que contarle lo que me has dicho a los demás. Ya os veré luego.

 

Mientras Kareth y el resto se marchaban, Seph se quedó unos instantes mirado la espalda de Ivel al mismo tiempo que ella se giraba.

-¿No vienes, Seph? –preguntó Drake.

-Sí –respirando hondo, decidió seguir al resto del grupo.

 

-¿Y bien? ¿Crees que con eso bastará? –dijo Sarah, tras entregarle a Normand los cristales que habían recogido en el oasis.

-Sí, no hay problema –respondió él, después de examinarlos- De todas formas, tardaré un tiempo en terminarlo así que, de momento, tendrás que conformarte con el que tienes.

-Me lo imaginaba. Por cierto, hay otra cosa que queríamos darte –al momento, Quattuor le entregó la caja donde se encontraba el arma incompleta de Meriah, así como sus diseños.

-¿Una daga? Aunque parece más grande. ¿Por qué me la habéis traído?

-Es un arma fabricada por mi madre. Por lo que me han contado, la hizo para derrotar al líder del proyecto Gaia. Por desgracia, murió antes de terminarla, así que pensé que quizás tú, con la ayuda de los diseños, podrías completar lo que falta.

 

El científico miró con detenimiento algunos de los documentos que venían con el arma. Finalmente, levantó la mirada para dirigirla hacia Sarah.

-Creo que podré hacerlo, aunque no aseguro nada.

-Gracias.

-¿Y dices que esto lo fabricó tu madre?

-Sí.

-Debía de ser una gran científica.

-Lo era –añadió la chica, en un tono suave.

 

-¿Cuándo iremos a los territorios del imperio? –preguntó Sarah, una vez Quattuor y ella hubieron dejado a Normand a solas.

-Dentro de unos cuatro o cinco días como mucho.

-No sé si habrá terminado mi arco para entonces –dijo la joven, provocando un suspiro por parte del hombre, quien la miró con seriedad.

-Escucha, Sarah. Creo que será mejor que esta vez no vengas con nosotros.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-Primero, porque lo de tu arco; y segundo, ¿recuerdas lo que te enseñé en el oasis?

-¿Lo de interaccionar con un punto específico del arma?

-Sí. Hasta que no lo sepas hacerlo sin ayuda, será mejor que te quedes aquí.

-¡¿Qué?! ¡¿Y cómo quieres que aprenda sin combatir?! ¡Además, soy de las pocas personas a las que no les afecta el Sonar!

-No es necesario pelear para aprenderlo. Además, Duobus está con el emperador, y ella no es como a los que nos hemos enfrentado hasta ahora. Aun siendo inmune al Sonar, no podrás hacer nada contra ella.

-¡¿Y qué hay de los demás?!

-Kareth puede transformarse, Kai tiene a los infernos y Miruru es una semidiosa, no hace falta que diga más. Pero tu caso es diferente. De lo único que dependes es de tu habilidad con las armas y tu fuerza en combate. Algo que ni siquiera has desarrollado a un nivel con el que puedas vencer a alguien como ella. Podrías ponernos en peligro a todos.

-Entonces estás diciendo que soy un estorbo –resumió, sorprendida a la par que decepcionada.

-Si es así como quieres verlo, sí.

 

Quedándose unos segundos de pie frente a él, en silencio, finalmente le dio la espalda y alejó.

-¡Sarah! –exclamó el hombre.

-¡Déjame en paz! ¡Lo he entendido! ¡Me quedaré aquí, ¿vale?! –gritó, continuando su camino y desapareciendo al girar la esquina que llevaba a otro pasillo.

-Ah... –suspiró él mientras se rascaba la cabeza. Entonces chasqueó la lengua, molesto, y se marchó en dirección contrario, hacia el exterior.

 

-Por fin en casa –celebró Miruru, cayendo rendida sobre la cama.

-Si te has pasado todo el camino de vuelta sentada –respondió Kai, con una sonrisa irónica.

-Pero también te cansas de estar sentada –replicó.

-Lo que tú digas... –sentenció el chic, sentándose a su lado, cabizbajo y pensativo.

-¿Sigues preocupado por lo que te dijo Eigar? ¿Lo de ese tal Jared?

-Sí. Intenté contactar con él, pero parece que ni End ni Hel me permiten verle todavía. Puede que piensen que aún no estoy preparado o que no soy lo suficientemente fuerte. No lo sé.

-¿Qué más da? No hay prisa, Kai –lo tranquilizó ella, arrastrándose hasta ponerse detrás de él y abrazándole por el cuello.

-Tienes razón.

-Claro que la tengo –afirmó, pegando su mejilla a la del chico.

-¿Qué vas a hacer con respecto a la reunión?

-La verdad es que no estoy segura, pero, si esta vez va Razer, quizás me quede junto a Nara. Aunque me sentiré triste al no estar contigo.

-No será por mucho tiempo.

-Da igual. Para mí es mucho.

-¿Qué te parece si hacemos una cosa?

-¿El qué?

-Casémonos.

-¡¿Eh?! –gritó Miruru, separándose rápidamente de él y mirándolo como si estuviese loco.

-No hablo de “ese tipo” de casamiento. Eso mejor cuando acabe todo. Es más bien algo simbólico. Una forma de asegurar que volveremos a vernos, pase lo que pase.

 

De repente se escuchó un sollozo.

-¿Miruru? –se extrañó el chico, girándose hacia ella y encontrándosela llorando- ¡Ah! ¡S-si no quieres no pasa nada! ¡Tan sólo es... una forma de hablar! ¡Eso! ¡Quiero decir...! Mierda, qué corte... –dijo él, intentando calmarla de forma poco coherente.

-Es una estupidez –dijo Miruru-. Es algo tan estúpido y aun así me siento muy feliz –continuó, consiguiendo secarse las lágrimas y dedicándole una bella sonrisa- No me importa cuando ni donde. Mientras sea contigo, aceptaré encantada.

 

A las afueras de la villa, Jaryl se reunió con Ivel y Argo en la tienda de campaña donde residían padre e hija.

-Ya hemos acabado de montar el campamento –informó el joven nómada- También he dado la noticia a los que faltaban.

 

Sentada junto a un pequeño mueble que hacía de escritorio, Ivel no respondió. Tenía la mirada perdida y su cabeza en otra parte.

-¿Ivel? –preguntó Argo, quien estaba de pie a su lado.

-¡¿Eh?! ¡Ah, sí! Buen trabajo... –dijo de repente, dirigiéndose a Jaryl.

-¿Pasa algo? –preguntó el chico.

-Sólo estoy un poco cansada.

-Vale –respondió, no muy convencido- Me marcho. Si me necesitáis, avisadme- añadió, antes de abandonar la tienda.

-¿Qué pasa, Ivel? –preguntó, esta vez, Argo.

-Ya he dicho que no es...

-Ivel. Soy tu padre. Podrás engañar a Jaryl, pero no a mí. ¿Tiene que ver con Kareth?

Al escuchar su nombre, la nómada se mordió el labio inferior, asintiendo lentamente.

-No quería aceptarlo, ¿sabes? Pensaba que si lo hacía me distraería de mis deber como guía. Al separarnos, pensé que me olvidaría de mis sentimientos hacia él, pero me equivoqué. Cuando volví a verle, se hicieron mucho más fuertes, y no tuve más remedio que enfrentarme a ellos –explicó, llevándose las manos a los ojos, de donde brotaban lágrimas- Sabía que no tenía ninguna posibilidad, y aún así no pude seguir mintiéndome.

 

Durantes unos instantes, la joven continuó llorando hasta que su padre se acercó a ella y acarició su pelo.

-¿Por qué duele tanto?

-Enamorarse de alguien es como un arma de doble filo. Una vez lo estás, puedes salir herido. Pero al igual que todas las heridas, tarde o temprano acaban sanando, y cuando lo haya hecho, te sentirás feliz de haber amado, pues ese tiempo nunca es en vano. Puede que ahora no lo entiendas, pero ese día llegará.

 

Y así, la joven siguió llorando, desahogando el dolor que había soportado durante todo ese tiempo, hasta que sus lágrimas se secaron y, por fin, pudo descansar.

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