jueves, 14 de enero de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 2

-Nunca has hablado de tu maestro. Recuerdo cuando lo mencionaste pero, más allá de eso... –comentó Miruru, una vez Kai y ella entraron en su habitación.

-Tampoco es que se haya sacado el tema –se excusó Kai.

-Bueno, ahora es tu oportunidad.

-Pues no hay mucho que contar. Al principio, sólo sabía invocar a Hel. Una vez llegué a ese oasis, y tras superar a las criaturas que vivían allí, le conocí. Entonces le pedí que me enseñase a invocar espíritus al igual que May. Quería hacer lo mismo que ella, para proteger a otros, tal y como hizo conmigo. Quería mantener viva esa voluntad.

-¿Antes de eso no podías invocar a May?

-No. May, ahora mismo, es algo así como los espíritus, aunque con una ligera excepción, y es que tiene forma visible –explicó Kai, sentándose en la cama.

-Entiendo, -prosiguió Miruru- ¿tienes ganas de volver a verle?

-Claro. No recuerdo haber acabado a malas con él. Puede que fuese duro conmigo, o incluso a veces discutiésemos, pero me enseñó mucho sobre mis habilidades y cómo sobrevivir por mí mismo. Le debo mucho –dijo el chico, dibujándose una sonrisa nostálgica en su rostro- Todo sea dicho, ni siquiera sé si los rumores se refieren a él, o si sigue vivo.

 

Al ver la actitud negativa del joven, Miruru comenzó a sentirse irritada, frunciendo el ceño y, acto seguido, lanzándose contra él hasta tumbarlo sobre el colchón.

-¡Por supuesto que está vivo! ¡Y estoy segura de que quiere volver a verte! –exclamó la chica ante la sorpresa de Kai.

-¡Ja ja ja! –rió el nigromante- ¡Por supuesto! ¡Tienes toda la razón! ¡Ese hombre no puede morir tan fácilmente! –contestó, poniendo una mano sobre la mejilla de la chica.

-Eso me gusta más –declaró la semidiosa, apoyando su frente contra la de Kai mientras su cola se movía de un lado a otro.

-¿Pretendes pillarme con la guardia baja?

-No siempre te voy a pedir permiso –dijo, provocativa, momento que fue aprovechado por él para hacerle cosquillas en los costados.

-¡¿Qué?! ¡No! –se quejó Miruru, intentando zafarse.

En ese momento, Kai tomó la iniciativa y la besó.

Ella intentó apartarse instintivamente, pero no tardó en relajarse y corresponderle.

-Eso no vale –indicó ella una vez se separaron, algo molesta.

-Me llevas muchas ganadas. Deja que ésta la gane yo –respondió él, sonriendo de manera que ella, alegremente, decidiese acomodar su cabeza sobre su pecho mientras la acariciaba suavemente, olvidándose durante unas horas del mundo que les rodeaba.

 

-¿Y esto? –preguntó Kareth al ver un extraño vehículo de cuatro ruedas esperándolos a la salida de la villa.

Tenía cuatro asientos. Los de detrás a mayor altura que los de delante, igual que sucedía con las ruedas. No tenía techo ni puertas, y al lado del volante se observaban varios botones de distintos colores. En cuanto a la carrocería, ésta era de color plateado y en ella se reflejaba un brillo metálico.

-Una pequeña ayuda para el viaje –dijo Normand-. Hemos utilizado este vehículo para movernos por los yermos y pensé que os serviría para llegar antes al oasis.

-Es genial, pero ¿alguien sabe conducirlo?

-Yo sé conducir motos pero nunca he probado con uno de éstos –respondió Kai.

-Yo me encargo –intervino Quattuor-. Aunque será mejor que me digas todo lo que deba saber. No me gustaría que uno de esos botoncitos cause alguna desgracia.

-Claro. Verás, funciona con batería eléctrica que se recarga mediante energía cinética, así que no tendréis problemas en caso de que se os agote. También tiene una función para compactarse y hacerse más pequeño, de forma que resulte más fácil esconderlo. Para ello, simplemente tienes que pulsar el botón rojo que se encuentra al lado del volante.

-¿Y el resto de botones?

-Armamento de defensa. No recomiendo pulsarlos a la ligera. Encima de cada uno de ellos aparece un dibujo con su función correspondiente, así que supongo que sabréis cuándo usar cada uno, en caso de que lo necesitéis.

-Este pequeño nos ha ayudado mucho durante nuestro viaje. Cuidadlo bien –añadió Remi.

-Descuida.

-No has sonado muy convincente, Quattuor –bromeó Sarah.

-Ya tenemos conductor. Aunque todavía está el problema de que sólo haya cuatro asientos. Si sois cinco, habrá que...

-¡Yo me siento encima de Kai! –interrumpió Miruru, levantando la mano, y dejando con la boca abierta a Normand, quien miró al resto de acompañantes, que se encogieron de hombros.

-Solucionado el problema –sentenció el científico.

 

Poco a poco, el grupo se fue instalando en sus respectivos asientos.

-Ten cuidado –dijo Nara mientras abrazaba a Kareth.

-No te preocupes. No tardaré –contestó el chico, tras lo que se encaró a Remi, con quien chocó los nudillos de su puño- No seas muy malo con ella.

-No puedo prometer nada –respondió su amigo-. Suerte.

 

Por otro lado, Quattuor observó los dibujos de los que había hablado Normand ante la escéptica mirada de Sarah, sentada en el asiento de al lado.

-Cualquiera diría que no te fías de mí –indicó el hombre, continuando con los indicadores, situados detrás del volante.

-Das la sensación de ser el típico conductor que acelera hasta acabar de frente contra una roca.

-Para tu información, en ninguna de las veces que he conducido me he chocado contra nada.

-Así que no niegas lo de acelerar.

-Le instalé un sistema de frenado automático en caso de que exceda cierto límite de velocidad –comentó Normand.

-Mierda... –se quejó Quattuor, entre susurros.

-¡¿A qué ha venido eso?! ¡Pensabas acelerar, ¿verdad?! –le recriminó Sarah.

-Lástima que no pueda ir con vosotros. Parece que va a ser divertido –rió Razer.

-¡Para nada! –replicó la chica de pelo azul.

 

-¿De verdad estás cómoda así? –preguntó Kai, con Miruru sobre sus piernas.

-¡Por supuesto! ¡Este es el mejor asiento del mundo! –respondió ella, animadamente.

-Desde que estáis juntos, te has vuelto muy cariñosa, Miruru –indicó Seph.

-Estoy con la persona que quiero y soy feliz por ello, ¿por qué no lo iba expresar?

-Oh, dios –dijo Kai, sonrojándose.

-¡Aprovecha, Kai! –dijo Drake- ¡Con el tiempo cambiará y...!

-¡¿Insinúas algo?! –interrumpió Seph, con una mirada asesina que asustó a los otros tres.

-No. Nada.

-Tened cuidado, ¿vale? –continuó Seph, con un tono de voz más calmado, esta vez dirigiéndose a Miruru y Kai.

-E-eso. M-mucha suerte. –añadió Drake, con voz temblorosa.

 

Habiéndose despedido de todos, Quattuor arrancó el vehículo.

-¡Nos vamos! –gritó el hombre, en un tono de voz impropio de él, mientras aceleraba, dejando atrás una masa de humo y polvo.

-¡Sabía que pasaría esto! –gritó Sarah mientras se alejaban.

-T-todo irá bien, ¿verdad? –preguntó Nara.

-E-eso creo –respondieron los demás.

 

-¿Dónde aprendiste a conducir? –preguntó Kareth, una vez en los territorios yermos.

-Fue antes de que el núcleo me cambiase. Hacía misiones para Yohei Gakko junto con un grupo con el que trabajaba. Por entonces, yo era quien conducía. Aunque es la primera vez que piloto algo así.

-¡Espera, ¿tú estuviste en Yohei Gakko?!

-Claro. Incluso antes de que vosotros nacierais. De hecho, estuve en la misma que vosotros.

-¿Cómo te llamabas en aquel entonces?

-Je, me reservaré esa historia para otra ocasión. Ahora no me apetece mucho hablar de ello.

-¡Aguafiestas! –se quejó Kareth.

-Entonces, ¿aprendiste a conducir en Yohei Gakko? –confirmó Sarah.

-Así es. Y aunque ha pasado bastante desde la última vez, parece que todavía me acuerdo de cómo se hacía.

 

Y así, al cabo de unos días, llegaron finalmente a su destino: el gran oasis donde debían encontrar el material que Sarah necesitaba para su arco, así como al maestro de Kai.

 

A las afueras, Quattuor detuvo el vehículo. Entonces, una vez hubieron bajado, pulsó el botó rojo, haciendo que cada uno de los componentes cambiase de forma hasta quedar todos compactados en un cubo con ruedas en cuatro de sus caras.

-Esto sí es aprovechar el espacio –se impresionó el hombre, cargando con el objeto.

-¿Dónde lo dejaremos? –preguntó Sarah.

-Detrás de algún arbusto.

-¿Crees que ahí estará seguro?

-Cuando entremos ahí, ése será el menor de nuestros problemas –sentenció Quattuor.

 

Buscando un buen sitio donde ocultar el vehículo, descubrieron un lugar donde la vegetación era más frondosa.

-Aquí servirá –dijo Quattuor mientras los demás comenzaban a explorar los alrededores.

 

En aquella zona, la flora era muy diversa, e incluso llegaba a impedirles ver el cielo.

-Creo que no me equivoco al decir que aquí era donde solía entrenar con mi maestro. Puede que hayan pasado los años, pero viví el suficiente tiempo en este oasis como para reconocerla –declaró Kai.

-Qué silencio –comentó Miruru.

-Que no te engañe. Cuanto más nos adentremos más ruido habrá.

-Sarah, ¿cómo es la planta que tenemos que buscar? –preguntó Kareth.

-Un momento –respondió la chica, sacando un papel con un dibujo, bastante detallado, de lo que tenían que buscar, incluyendo su nombre y una pequeña descripción.

-¡Oh, qué bien hecho! –se asombró Miruru.

-Se llama azraniela. Según dice aquí, cada noche escupe una especie de cristal transparente formado a partir de minerales y otros nutrientes que absorbe del suelo, y que le sirve para atraer animales y otras plantas para alimentarse. Su tallo mide medio metro aproximadamente y es de color negro.

-No parece difícil de encontrar –dijo Kareth.

-¡Y más teniendo en cuenta este dibujo! ¡En serio, deberíais verlo! –insistió la semidiosa.

 

En ese instante, se escuchó un ruido que alertó a todos, haciéndoles girarse hacia el origen. Por suerte, tan sólo se trataba de Quattuor.

-Ya he terminado de esconderlo.

-¿Qué ha sido ese ruido? –preguntó Sarah.

-He decidido dejar una señal para que sepamos donde está aparcado. Mira –dijo el hombre, señalando la marca de un puñetazo hecha sobre el tronco del árbol más cercano al cubo.

-Qué sutil –indicó Sarah mientras se llevaba una mano a la frente.

-¿Verdad?

-Me impresiona más que no haya echado abajo el árbol –apuntó Kareth.

-En fin, continuemos. Cuanto antes encontremos lo que hemos venido a buscar, antes nos iremos –sentenció Sarah.

 

Después de un buen rato moviéndose entre la extensa vegetación, llegaron a un claro donde el terreno dio un cambio, pasando de nuevo a arena y tierra infértil.

-Qué extraño –dijo Kareth.

-Y pese a ello, todavía no nos hemos topado con ninguna bestia –añadió Sarah.

-Llegados a este punto ya deberíamos haber sido atacados por una de esas criaturas –dijo Kai.

-Suenas como si quisieras que sucediese –replicó la chica de pelo azul.

-Quizá no nos consideren una amenaza –sugirió Miruru.

-¿Tú a éste no lo considerarías una amenaza? –bromeó Sarah, refiriéndose a Quattuor.

-Ahora que lo dices...

-Lo que pasa es que me tienen miedo –se burló el hombre, a lo que ellas contestaron mirándose con una sonrisa irónica en sus caras.

 

Poco después, se escuchó el sonido de algo moverse entre los arbustos.

-¡Ahí viene! –advirtió Kai, de manera que Sarah sacó su arco y apuntó a la vegetación, dispuesta a disparar.

 

Sin embargo, lo que apareció fue un pequeño animalito, parecido a un osezno, cubierto de un pelo suave y sedoso que sólo dejaba a la vista sus ojos y un hocico ligeramente achatado, con una nariz como la de los cerdos. Caminaba a cuatro patas y era de color marrón claro.

En cualquier caso, era todo menos intimidante.

-¡Qué mono! –dijo Miruru, acercándose a él

-¡Espera, Miruru! –exclamó Kai, justo cuando detrás del animalito aparecía una gran serpiente que, engulléndolo de un bocado, habría hecho lo mismo con la joven de no ser porque, de un movimiento de su mano derecha, consiguió quitársela de encima a tiempo.

 

A su vez, más de esas serpientes rodearon al equipo desde múltiples direcciones, saliendo una detrás de otra de entre la vegetación.

-¡¿Una emboscada?! –preguntó Quattuor.

-¡Si es así, son más inteligentes de lo que creía! –replicó Kareth.

-¡Ha faltado poco! –indicó Miruru, aliviada, mientras se unía al resto.

-¡Vigilad vuestras espaldas y mantened formación en círculo! ¡No os separéis! –ordenó Quattuor.

-¡Hechos! –confirmaron los demás.

 

En ese momento, uno de los reptiles se lanzó a por Sarah, quien, cogiendo dos flechas, disparó a sus ojos, introduciendo una tercera por su garganta justo cuando éste se encontraba gritando de dolor.

 

Al mismo tiempo, dos más se dispusieron a embestirla, siendo detenidas por sendos brazos de Quattuor, quien las golpeó contra el suelo.

 

Por otro lado, Miruru se enfrentaba una tras otra a cada una de las bestias que le atacaban, moviendo sus manos en la misma dirección donde las lanzaba, acabando asesinadas por las espadas eléctricas de End.

 

Cuando una de ellas logró evitar los movimientos de la semidiosa y abrió su boca para comérsela, se encontró con la armadura metálica del Inferno.

-¡Ni te atrevas! –dijo Kai, haciendo que una corriente eléctrica la chamuscase.

 

Finalmente, y cerrando la formación, Kareth se las veía con otras tres, agarrando la cabeza de dos de ellas con sus brazos transformados y clavando sus garras en ellas, tras lo cual fueron arrojadas hacia la restante. Pese a que esta última consiguió esquivarlas, se encontró con un puñetazo dirigido a su mandíbula, saliendo despedida hacia atrás hasta chocar con un árbol.

 

Pese a todos sus esfuerzos, no parecía haber fin. En cuanto se deshacían de una, surgían otras diez.

-¡¿Por qué no se acaban?! –se quejó Miruru.

-¡Mantened el ritmo! ¡Intentaré abrirnos paso! –exclamó Quattuor, quien, dando un salto, golpeó de una patada el suelo, levantando una ola de tierra que se abalanzó sobre las serpientes- ¡Ahora, Kareth! –ordenó, permitiendo que el joven, quien se transformó de cuerpo entero, sirviese de vehículo a los demás, quienes se agarraron a él mientras avanzaba, imparable, para sacarlos de allí.

 

Minutos después, Quattuor les siguió, quitándose de encima a toda serpiente que había sobrevivido a su ataque.

 

Fue así como lograron escapar de la emboscada. Aunque, por desgracia, no significó el fin de sus problemas, pues las serpientes les pisaban los talones.

-¡No sabías que ya podías controlar la transformación completa, Kar! – se sorprendió Sarah.

-¡No he estado entrenando durante todo este tiempo en vano! –contestó el chico.

-¡¿Adónde vamos?! –preguntó Miruru.

-¡No veo a Quattuor! ¡Creo que le hemos perdido! –señaló Kai.

 

De repente, por uno de los lados, apreció una manada de seres con forma de toros, pero más grandes y de cuernos más largos, los cuales embistieron a Kareth, que perdió el equilibrio e hizo que sus compañeros saliesen despedidos.

-¡Uaaah! –gritó el joven mientras era arrastrado por las criaturas.

-¡Kareth! –exclamó Sarah, perdiéndolo de vista.

-¡Soltadme! –se quejó el chico, enganchado a los cuernos de uno de los toros, levantando el brazo para golpearle en las cervicales, logrando soltarse debido al violento movimiento que hizo la bestia antes de desplomarse.

 

Aterrizando en superficie, rodó algunos metros hasta quedarse acostado boca arriba sobre un claro, todavía transformado en Eraser. Poco después, se incorporó, observando su alrededor una vez se hubo sentido más despejado.

 

Había ido a parar a una zona donde el verde de árboles y plantas era más oscuro. Esto debía de ser por el pequeño lago en el centro del claro, que se encargaba de nutrirlos.

-Genial... Ya nos hemos separado. Y encima me he perdido. Sólo espero que, por lo menos, estén bien –dijo para sí mismo.

 

En ese instante, divisó una figura humana en mitad del agua de cuya espalda sobresalía un bulto que no terminó de definir qué era. Aparentemente, se estaba lavando.

-¿Quién es? –se preguntó mientras trataba de acercarse para ver mejor.

 

Bastó el mínimo sonido para que aquella figura se girara y, en décimas de segundo, corriese hacia la orilla, donde cogió un objeto que lanzó contra él, pasándole cerca la mejilla.

 

“¿Un cuchillo?”, pensó en el poco tiempo que tuvo hasta que una chica desnuda y que manejaba una lanza con un tercer brazo a su espalda, se acercase a él dispuesta a atravesarle el pecho

-¡Espera! ¡Espera! –gritó el chico, a la desesperada.

Atónita, la joven pelirroja se detuvo, frunciendo el ceño.

-¡¿Puedes hablar?! –preguntó.

-¡Por supuesto que puedo! ¡Yo...! –replicó Kareth, sin entender la pregunta, hasta que se dio cuenta de que seguía transformado- ¡Un momento! – pidió, volviendo poco a poco a su forma humana, dejando aún más sorprendida a la joven, quien lo reconoció.

-¿K-Kareth? –dijo ella.

-Me alegro de volver a verte, Ivel.

-¡Eres tú de verdad! –se alegró la joven, abrazándolo.

 

Pasaron unos segundos hasta que ambos se dieron cuenta de que ninguno llevaba ropa, separándose el uno del otro, algo incómodos.

-S-será mejor que busque algo con lo que taparme –dijo Kareth, quien, pese a lo raro de aquel reencuentro, también se alegraba de volver a ver a su amiga.

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