domingo, 19 de julio de 2015

The three global powers: Capítulo 14

Tras chocar sus armas, Razer pudo permitirse un pequeño descanso de las continuas cargas de su adversario, logrando coger distancia entre ellos.

 

Flexionando ligeramente sus rodillas, le costaba mantenerse en pie, incapaz de encontrar la forma de cambiarle las tornas al combate

 

Necesitaba un plan para poder acertarle, ¿pero qué le podía dar resultado en esa situación?

 

En ese momento, un objeto llamó su atención, haciéndole esbozar una pequeña sonrisa. Entonces, volvió a erguirse y se encaró a Sextus, quien levantó su espada, señalando al líder de los Rebeldes.

-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó el descendiente, en un tono desinteresado.

-Acabo de pensar en lo interesante que es el azar.

 

Aquella respuesta hizo que su contrincante levantase una ceja, confuso. Mostrando así una reacción en su, por lo general, inexpresivo rostro.

-¿Qué quieres decir?

-Me gustaría hacerte una pregunta –continuó Razer-. ¿Cómo crees que me convertí en el líder de los Rebeldes?

-No me importa.

-Lo cierto es que pasaron varias cosas que me llevaron a ello...

-Acabas de ignorarme.

-...Algunos incluso puede que te los cuente en otra ocasión. Pero el que más ha provocado carcajadas y discusiones al respecto ha sido mi buena suerte.

 

Una vez el chico hubo terminado su pequeño discurso, Sextus se quedó en silencio. Quieto como una estatua. Aunque al líder de los Rebeldes le pareció observar un ligero temblor en sus manos. Finalmente, exhaló un profundo suspiro.

-¿Es una broma? –contestó- ¿Quieres decir que tus seguidores confían en ti basándose en supersticiones?

-¡Eh! ¡Eh! ¡No tan rápido! Ya te he dicho que no es el único motivo.

-Aun así, me parece ridículo.

-Puede ser. Muchos no lo creen cuando se lo cuentan. Piensan como tú. Que algo así no tiene sentido. Y, de repente, acabo convenciéndoles con palabras que les muestran la verdad –explicó Razer, deteniendo la conversación por un momento, mientras intentaba hacer memoria-. “La suerte depende en parte de las circunstancias, pero, sobre todo, depende de uno mismo”. En resumidas cuentas, la suerte también es una habilidad.

-Sigue sin tener sentido. La suerte es un cúmulo de casualidades y hechos que producen un resultado. No pueden ser controlados por nadie.

-Y yo te demostraré lo equivocado que estás. Pongamos que ahora mismo estoy en desventaja. Tengo todas las de perder. Y las posibilidades de que aparezca algo que pueda servirme para darle la vuelta al combate son prácticamente nulas. Aún así, te aseguro que todo saldrá como yo quiero. ¿Aceptas la apuesta?

-¿Qué...?

 

De repente, aprovechando que Sextus había bajado la guardia, Razer disparó el gancho de su pistola hacia la barandilla que había sido lanzada por Quattuor durante su combate contra Quinque. Acto seguido, situó su pie derecho con la punta mirando hacia delante y el talón separado varios centímetros del izquierdo, que permaneció en posición perpendicular a éste, formando así una L invertida.

 

Al mismo tiempo, llevó su mano derecha, con la que sostenía su estoque, hacia delante, y situó su izquierda, donde llevaba la pistola, cerca de la cadera.

-¿...estás haciendo? –acabó su pregunta Sextus.

 

Razer respiró hondo y, tras esto, inició un ataque frontal

 

El golpe de su arma fue detenido sin dificultad por Sextus, momento en que éste contraatacó, apuntando a su cabeza. Sin embargo, él tampoco acertó en su objetivo, quien giró sobre sí mismo al mismo tiempo que se desplazaba a la derecha.

 

Continuando con su ataque, el descendiente realizó un corte horizontal a su izquierda, pero, de nuevo, fue esquivado por el líder de los Rebeldes, arqueando su espalda en una pirueta que le permitió seguir moviéndose en dirección contraria a las agujas del reloj.

 

Los siguientes ataques de Sextus obtuvieron el mismo resultado, como si Razer predijese todos sus movimientos, esquivándolos en el último momento mientras seguía girando a su alrededor.

 

Finalmente, el descendiente cayó al suelo al sentir que algo lo había inmovilizado. Entonces se dio cuenta de que la cuerda del gancho rodeaba su cuerpo casi por completo, manteniéndolo atado.

-Ya veo. Así que ese era tú plan desde el principio –dijo mientras el líder de los Rebeldes pasaba el filo del estoque por el hueco del gatillo de su pistola y lo clavaba en el suelo-. Si crees que con inmovilizarme te bastará para vencerme, estás muy equivocado. Has perdido tu absurda apuesta.

-¡¿Inmovilizarte?! ¡No! La verdadera apuesta empieza ahora –respondió Razer, divertido, recogiendo el gancho de manera que, en lugar de ser la pistola la que se dirigió hacia éste, fue al contrario, llevando consigo el trozo de barandilla.

 

Esperando el mejor momento, el líder de los Rebeldes se lanzó al suelo, apartándose del trayecto de la estructura que, sin dar tiempo a que Sextus reaccionase, golpeó la mitad superior de su cuerpo, lanzándolo por los aires y aplastándolo contra la pared.

 

Finalmente, el estoque no aguantó más la presión y salió despedido, formándose un pequeño caos que acabó con el joven de pelo extravagante inconsciente y empalado.

 

Dando por terminado el combate, Razer se levantó del suelo y se acercó a su adversario, dejando escapar un silbido de admiración.

-¿Quién hubiese pensado que pasaría esto? Me va a costar recuperar mi arma –dijo mientras observaba el rostro de Sextus-. Adaptarte a las circunstancias. Esa capacidad define la mayor parte de tu suerte. Es algo que depende de uno mismo.

-Para los que no me conozcáis, mi nombre es Alder, gobernador de la Unión Imber –le interrumpió una voz.

-¿El gobernador de la unión? –preguntó Razer, sorprendido.

 

Por otro lado, tras haber derrotado al líder de la facción, Kareth y Sarah se reunieron de nuevo.

-Buen trabajo –la halagó el chico, recogiendo uno de los pedazos de Hydra.

-Siento que hayas tenido que hacer de cebo –se disculpó ella.

-¡¿Bromeas?! ¡Gracias a tu idea, le hemos vencido! Además, confiaba en que acertarías a la primera –declaró Kareth, chocándole la mano

-¡Aaaaaaah! –gritó el gobernador de la facción, con voz grave, a la vez que se levantaba. Los dos jóvenes se sorprendieron, preparándose para pelear.

-¡¿De verdad creíais que me venceríais sólo por destruir mi arma?! ¡Malditos críos! ¡Os enseñaré de lo que soy capaz!

-¡Sarah! –exclamó Kareth.

-¡Lista! –respondió la chica dispuesta a lanzar otra flecha.

En ese momento, la voz de Alder les interrumpió, confundiendo a los tres.

 

-Has perdido –declaró Kai una vez Alder hubo terminado de hablar.

-Ya no tienes influencia sobre la unión y, por consiguiente, tu amiguito tampoco –se burló Miruru.

-¡Todo esto es por vuestra culpa!

-¡Y orgullosos de ello! –continuó la semidiosa, sacándole la lengua.

-¡Os mataré! –exclamó Quinque, mientras volvía a flexionar su pierna derecha.

-¡No te dejaré! –respondió Miruru, haciendo que el suelo volviese a tomar la forma de tentáculos, que agarraron a la descendiente por brazos y piernas y la inmovilizaron- ¡Ahora, Kai!

Justo entonces, el joven, que acababa de invocar a Hel, guió al Inferno para que éste la golpease son su huesudo y gigantesco puño, saliendo despedida hacia atrás hasta chocar contra uno de los generadores.

 

Por desgracia, antes de quedar inconsciente, consiguió sacar un comunicador y pulsó uno de sus botones.

-¡Eh! –se quejó Miruru al verlo, destruyendo el aparato- ¿Qué era eso?

-Ahora ya no importa –dijo Kai-. Por fin se ha acabado.

-Sí, supongo que sí –contestó Miruru, observando el cuerpo inmóvil de su enemiga.

 

-Así que tú también estabas metido en esto –dijo Quattuor, dirigiéndose a Yorus.

Al igual que el resto, después del discurso de Alder, su combate también se había detenido.

-Un buen sirviente actúa conforme a las órdenes de su señor.

Quattuor sonrió.

-En cualquier caso, no tengo nada más que hacer aquí –continuó Yorus mientras se echaba su arma al hombro y se disponía a marcharse-. Será mejor que informemos cuanto antes a los soldados. Estoy seguro de que el gobernador de la facción y sus hombres también querrán una explicación.

-Eres un tipo interesante. Hasta ahora nadie había conseguido igualarme en fuerza bruta –le halagó Quattuor.

-¡Ja! ¡Seguro! Ni siquiera has luchado con todas tus fuerzas. No puedo contarlo como un combate de igual a igual –sentenció Yorus, desapareciendo por uno de los pasillos.

-Me pregunto si no eras tú quien se estaba conteniendo –murmuró Quattuor.

 

-¿Qué hacemos con ella? –preguntó Miruru señalando a Quinque.

-Lo mejor será inmovilizarla. Y, a ser posible, sin escatimar en seguridad. Con ellos, toda precaución es poca.

 

En ese instante, una especie de portal apareció cerca de la descendiente, sobresaltando a Kai y Miruru. De él surgió, como si nada, una mujer de pelo rubio y corto, permaneciendo en pie, sin moverse, al lado de la chica inconsciente.

-Esto no va a gustarle nada a Detz, Quinque. Vuestro fracaso complicará las cosas –dijo la mujer.

-¡¿Y tú quién eres?! –gritó Miruru.

-Mi nombre es Duobus –respondió ella mientras cogía a Quinque y la cargaba sobre su hombro, emprendiendo el camino de vuelta hacia el portal.

-¡Eh! ¡Espera! –ordenó la semidiosa, adelantándose para impedirlo.

-¡Cuidado! –le advirtió Kai, quien se lanzó contra ella para evitar que un objeto, disparado a gran velocidad, atravesase su cabeza.

-Volveremos a vernos –sentenció Duobus, desapareciendo ante la mirada atónita de los tres amigos.

-¿Duobus? –preguntó Miruru.

-Otra descendiente de Gaia, no hay duda. Probablemente ese comunicador era para avisarla. Un plan de escape. ¡Maldita sea, se nos ha escapado! –se quejó Kai-. Espero que los demás hayan podido capturar a Sextus.

-Por cierto, Kai...

-¿Qué?

-Me haces daño –indicó Miruru, justo debajo de él.

-¡Ah, perdona! –se disculpó, poniéndose en pie, de manera que le permitiese hacer lo mismo-. En fin, ya no importa. Reunámonos con el resto.

 

Miruru asintió pero no se movió de su sitio, clavando su mirada sobre el rostro de su amigo.

-¿Pasa algo? –preguntó él, algo ansioso al darse cuenta de que no le quitaba ojo. Durante unos instantes, ella pareció dudar, desviando la vista hacia otro lado, pero, poco después, se mostró decidida.

-Oye, Kai.

-Dime.

-Hay algo que quiero decirte. Puede que no sea el mejor momento, pero si no lo hago ahora no sé si después tendré el valor suficiente –empezó a decir mientras acariciaba una de sus muñecas, nerviosa.

-¿De qué estás...? –intentó preguntar el chic, siendo interrumpido por ella, quien dio un paso adelante.

-Estoy enamorada de ti –confesó, contundentemente-. Cuando te vi en aquella habitación, lo supe. Tu amabilidad y preocupación por los demás. Tu don de la oportunidad, tu valentía y tu capacidad de esfuerzo. Reconocer tus errores cuando estás equivocado e intentar superarte a ti mismo para no volver a cometerlos. Incluso si buscas a First por lo que le hizo a May, nunca has querido vengarte, sino salvarlo.

Siempre buscando el mejor camino. Durante este tiempo he podido darme cuenta de todo eso y más, y poco a poco sentía que quería estar más cerca de ti. Que quería ser más importante para ti. Mi corazón quería sacar fuera todos esos sentimientos y es por ello que no podía seguir engañándome a mi misma. No sé si tú sientes lo mismo por mí, pero quiero que lo sepas. Te quiero –finalizó la chica, cogiéndolo suavemente de las mejillas y acercando su rostro para besarle en los labios.

 

La expresión de Kai habló por sí sola, perdiendo su capacidad de reacción y dejando que la joven dictase sus movimientos.

 

Una vez separados, se produjo el silencio. El chico, debido al shock, no pudo articular palabra, mientras ella parecía ensimismada, con la mirada y la mente centradas únicamente en él.

-Ha sido precioso –declaró una voz, rompiendo con el extraño ambiente que se había formado, y provocando que ambos se girasen hacia la joven de ojos brillantes y rostro emocionado que los observaba.

-¿Nara? –preguntó Miruru, con voz tenue y distraída.

-¿Sí? –respondió su amiga, con una inocente sonrisa.

 

En ese momento, la semidiosa despertó de su trance, dándose cuenta de lo que acababa de pasar.

-¿Qué...? –empezó a decir, volviendo la vista hacia Kai para, tras esto, sentir como la vergüenza ocupaba cada ápice de su ser, enrojeciéndose como un tomate y deseando que le tragase la tierra- ¡Aaaaaaah! –chilló con todas sus fuerzas, encogiéndose de rodillas y agarrando su cabeza.

 

Más tarde, fue el propio Alder quien se encargó de dar el aviso a los soldados para que cesase su ataque. Asimismo, se encargó de explicarle mejor la situación al líder de la facción, usando grabaciones de su conversación con Quinque.

 

Este hecho, como era de esperar, causó el enfado del gobernador, cuya primera idea que fue la de dirigir un ejército los miembros del proyecto y aniquilarlos.

-Con eso no conseguiremos nada –lo calmó Alder, armándose de paciencia para tratar con él- Ni siquiera conocemos su ubicación, tampoco cuántos son en total, las armas que tienen o todos los aliados de los que disponen.

-¡¿Qué sugieres entonces?! –preguntó la armadura viviente, golpeando la mesa de la sala de reuniones con su puño.

-Creo que lo mejor será hablar con los Rebeldes. Quizás podamos obtener más información de ellos.

 

Así pues, se reunieron con Razer y los demás, quienes le contaron los detalles sobre el proyecto Gaia así como la necesidad de acabar con la guerra para evitar el desastre.

 

Tras una larga conversación, ambos líderes pidieron a los Rebeldes que esperasen fuera mientras deliberaban. Fue así como, después de todo lo sucedido, volvieron a estar todos juntos, sentaron en el suelo del pasillo, mientras hacían tiempo.

-Lo hemos conseguido –dijo Razer, descansando su espalda sobre una pared.

-Ya lo has oído. En realidad, Alder dudaba de ellos. Tenemos que agradecerle a Miruru que lo encaminase hasta aquí. Por cierto, ¿qué le pasa? –preguntó Kareth, al ver a la chica encogida sobre sí misma.

-Eh, bueno... ¿Problemas en el amor? –contestó Nara, quien estaba a su lado, intentando tranquilizarla.

-¡Así no ayudas! –se quejó la semidiosa.

-Lo siento. –respondió Nara con una sonrisa irónica.

-¡Cof, cof! –tosió Kai al mismo tiempo.

-Kai también está bastante raro –murmuró Kareth.

-El mayor problema ahora es que se nos hayan escapado tanto Quinque como Sextus –indicó Quattuor, cambiando de tema.

-Sí. Eso nos habría dado una gran ventaja sobre ellos –continuó Razer mientras recordaba lo ocurrido.

 

Un rato después de haberse escuchado el discurso de Alder, Razer sonrió para sí mismo, sabiéndose ganador. Entonces, se acercó a recoger su estoque todavía incrustado en el cuerpo de Sextus.

-Puede que sea conveniente inmovilizarlo antes –murmuró para sí mismo-. Luego le preguntaré a Quattuor si conoce algún método para evitar que use sus poderes una vez despierte.

 

En ese momento, tuvo un mal presentimiento, lo que le llevó a agacharse justo cuando un proyectil volaba sobre su cabeza.

-¡¿Qué?! –exclamó.

 

Siguiéndole a éste, otro par más le obligaron a saltar hacia atrás para evitar acabar agujereado. Al mismo tiempo, un cuarto disparo rompió el trozo de barandilla, logrando que su estoque saliese despedido fuera de su alcance.

 

Al mirar en la dirección del origen de todo ello, Razer descubrió a una mujer de pelo rubio y corto, que vestía un gran abrigo con una serie de plumas dispuestas hacia arriba y rodeando su cuello.

-¿Quién eres? –preguntó Razer

-¡Duobus! –intervino Quattuor, lanzándose contra ella pero siendo detenido por un fuerte golpe que lo envió en dirección contraria.

 

Al alzar la vista, Razer observó una gran maza de unos cuatro o cinco metros de longitud, que desapareció poco después, atravesando un portal situado en mitad del aire.

-Encantada de volver a verte, Quattuor –respondió ella, secamente, mientras agarraba a Sextus y se lo llevaba a través de otro de esos portales-. Volveremos a vernos.

 

Acto seguido se esfumó, dejando al líder de los Rebeldes con más preguntas que respuestas.

 

-¿Qué era esa maza gigante? –preguntó Razer.

-Duobus tiene la capacidad de invocar espíritus encerrados en armas –respondió Quattuor.

-¿Espíritus encerrados en armas? –se sorprendió Sarah.

-Escuché sobre ello cuando estaba en Yohei Gakko –explicó Kai-. Creo que es tan raro como la invocación de espíritus que uso yo.

-Además, parece que puede utilizar los portales para teletransportarse a otros sitios.

-¡¿Qué?! ¡Pero eso es imposible! –exclamó Kai.

-¿¿Por qué lo dices? –preguntó Nara.

-Esos portales desde los que aparecen las armas llevan al más allá. Otra dimensión donde el ambiente es completamente diferente al de aquí y es mortal para cualquier ser vivo. Una persona humana no sobreviviría ni una décima de segundo ahí dentro. La única manera de entrar sin que te pase nada es siendo un espíritu o contactando mentalmente con ese lugar, como cuando se hace un contrato de invocación.

-Te olvidas de algo, Kai. Y es que esa mujer es inmortal, al igual que Quinque y Sextus.

-¿Hasta ese punto llega vuestra inmortalidad? –se sorprendió el nigromante.

-Hemos sido seleccionados por un ser cuyo poder es equivalente al de un dios. Creo que eso contesta a tu pregunta.

-Sea como sea, ya no hay nada que podamos hacer –sentenció Sarah.

 

Poco después, la puerta de la sala de reuniones volvió a abrirse para dejar paso a Alder.

-Ya hemos tomado una decisión –dijo antes la expectativa de los demás.

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