viernes, 4 de abril de 2014

The three global powers: Capítulo 1

El chico salió despedido tras recibir su ataque. De su pecho, sangrando a partir del corte que le había sido infligido, cayeron pequeñas gotas de líquido rojo.

-Deberíamos dejarlo por hoy –dijo el hombre que estaba con él.

-¡No! ¡Todavía quiero continuar!

-Mírate. Estás agotado y tus reflejos empiezan a fallar. Si seguimos, acabarás peor de lo que estás.

 

Con una mueca de desagrado, asintió. Hacía días que entrenaba bajo su supervisión. Quería ser más fuerte, mucho más fuerte, para dar con su paradero y no ver morir a nadie más.

-Ven conmigo, te vendaré la herida –dijo el hombre, haciéndole señas con la mano.

 

Ambos entraron a una pequeña choza, situada en uno de los oasis que podían encontrarse en mitad de los yermos. Tras esto, el hombre se acercó a un pequeño armario mientras el joven se sentaba.

 

Poco después, estaba el uno al lado del otro, curándole las heridas

-No ha sido muy profunda pero probablemente deje cicatriz –advirtió el hombre mientras el chico se mantenía en silencio- ¿Ocurre algo?

-Es que no parece que esté avanzado mucho.

-Llevas dos semanas de entrenamiento. No esperes tanto en tan poco tiempo.

-Lo sé.

-Si quieres ser más fuerte, debes mejorar física y mentalmente. Dolor, miedo, cansancio... todo ello ha de formar parte de ti. Y una vez lo haga, serás capaz de superarte. Ya te dije que no sería fácil –respondió el hombre a la vez que hacía girar la venda alrededor de su torso- Conseguiste controlarle, pero si quieres encontrar a los demás y aprender lo mismo que yo, aún te queda mucho por hacer.

-¿Cuánto tiempo más crees que necesitaré?

-Jaja... ¿Quién sabe? Pero mucho me temo que tendrás que aguantarme durante bastante tiempo.

-Ugh...

-Mejor así. Cuando salgas de aquí, serás casi invencible. Al fin y al cabo, estás hablando con alguien que tiene muchísima experiencia en esto.

-Ya, seguro...

-En fin, descansa un poco. A partir de mañana, el entrenamiento será más duro, así que prepárate.

-De acuerdo –murmuró el chico-. Oye. Hay algo que quiero preguntarte.

-¿De qué se trata?

-¿Por qué decidiste ser mi maestro?

 

Nada más terminar de vendarle, guardó los utensilios en el armario de donde los había sacado.

-Digamos que hay algo en tu poder que me perturbó la primera vez que lo vi.

-¿Qué quieres decir?

-No estoy seguro pero... es como si fuese más allá de las reglas.

-No lo entiendo.

-Ahora mismo yo tampoco soy capaz de entenderlo, pero algo me dice que el destino de depara un papel importante.

-Suena a cuento de hadas –señaló el joven, con cinismo.

-Puede que sólo sean delirios de un solitario como yo.

-Je.

-Que descanses, Kai.

 

-Los encontramos siendo perseguidos por las fuerzas de seguridad de la unión, por lo que decidimos ayudarles y traerlos aquí. Quattuor y Sarah se están ocupando de la búsqueda de Normand –dijo Kareth.

-Va a ser difícil después de la que se ha liado –contestó Razer.

-Tranquilo, se las arreglarán.

 

Sentado en la cama, Kai escuchaba la conversación que mantenían los dos. A su lado, Miruru seguía durmiendo. Pese a la intervención de Nara, se había recomendado que descansase para recuperarse por completo.

 

Preocupado por su estado, había decidido estar a su lado. Además, alguien tendría que explicarle lo sucedido cuando despertase.

-Os asegurasteis de que nadie os siguiese ¿verdad? –preguntó Razer

-Quattuor hizo añicos parte de la calzada. Dudo que tuviesen ojos suficientes como para saber de donde habíamos venido. Aun así, les he dicho que intenten buscar otra ruta. Esa ya no nos parece segura.

-De acuerdo. En cuanto a ellos, no me molesta darles refugio por el momento. Cuando vuelvan Sarah y Quattuor nos reuniremos y decidiremos qué hacemos.

-Me parece bien.

 

Una vez terminada la conversación, se escucharon pasos alejándose y, poco después, Kareth entró en la habitación.

-¿Qué tal está? –preguntó.

-Sigue dormida. Parece os hemos complicado las cosas. Lo siento.

-No te preocupes. Además, lo hicimos por propia voluntad.

-No se fían mucho de nosotros, ¿eh?

-Bueno, por si te sirve de consuelo, es igual para vosotros. En cualquier caso, por lo menos sabemos que no sois espías de la unión. Y me atrevería a decir que tampoco de las otras dos potencias.

-Sí. Somos algo así como almas libres. Tenemos un objetivo concreto. Bueno, más bien soy yo quien lo tiene. Ella simplemente ha decidido ayudarme.

-Ya veo. Supongo que tendrás muchas preguntas. Cuando vuelvan mis compañeros procuraremos responderte lo que podamos –le dijo, poco antes de marcharse.

 

Mientras tanto, en otro sitio, una figura esperaba en un callejón a que su compañero volviese. Entonces, algo aterrizó a pocos centímetros frente a ella, asustándola.

-¡¿Qué?! –exclamó, alzando los puños.

-Tranquila. Soy yo –dijo Quattuor.

-¡Maldita sea, Quattuor! ¡¿No podrías aparecer como las personas normales?! –se quejó Sarah.

-Para empezar, no se puede decir que sea muy “normal”. Pero es que si además me toca bajar de lo alto de un edificio ocultándome, pocas opciones tengo que no sean saltar. Todavía no he aprendido a andar por las paredes.

-En fin, ¿has encontrado algo? –preguntó la chica, respirando hondo para intentar calmarse.

-No mucho, pero, por lo poco que he encontrado, diría que ese tal Normand abandonó este sitio hace ya varios meses.

-¿Se sabe adonde fue?

-No, pero parece ser que estaba empeñado en obtener información acerca de tecnología militar.

-Tecnología militar... –repitió Sarah, pensativa.

-¿Pasa algo?

-Es por su nombre. Sé que lo he escuchado antes, pero no consigo recordar cuándo ni dónde.

-Eso ahora no importa. No nos queda nada por hacer aquí. Ya es una suerte que hayamos encontrado otra ruta segura.

-Sí. ¡¿Eh?! ¡¿Qué estás haciendo?! –se sorprendió ella cuando el hombre la agarró y cargó sobre su hombro.

-Así iremos más rápido.

-¡Puedo ir sola! ¡Suéltame!

 

Pese a sus gritos, Quattuor prosiguió y volvió a saltar sobre el edificio.

 

-Ugh –se quejó Miruru mientras abría los ojos poco a poco, encontrándose en una habitación desconocida- ¡Ah! ¡Kai! –gritó al incorporarse, sobresaltada, tras recordar estar siendo perseguidos. Entonces se dio cuenta de que su compañero estaba justo al lado.

-Tranquila. Soy yo.

-¿Eh? ¿Qué hago aquí? –preguntó, confusa.

-Un grupo de personas nos rescató. Tú quedaste inconsciente al caerte de la moto y, después de tratarte, pensaron que sería conveniente que descansases.

-Entiendo... –dijo al mismo tiempo que se llevaba una mano a la cabeza.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, sólo me he mareado un poco al levantarme tan rápido.

-Ahora mismo estamos en la base de los Rebeldes.

-¿Rebeldes?

-Probablemente sea el grupo del que hablaron Seph y Drake.

-¡Ah! Creo que me acuerdo. Dime, ¿has estado aquí todo este tiempo?

-Claro, tenía que cuidar de mi compañera –dijo Kai, sonriéndole.

-Jeje. Gracias. –contestó ella, algo avergonzada-. Perdona por haberte causado molestias.

-No tienes por qué ser tan educada. No es propio de ti.

-¡Oye! ¡Yo soy la mar de educada!

-¿Ves? Eso sí suena más a ti.

 

De repente, Kareth entró en la habitación.

-¿Interrumpo algo? –dijo al verlo conversar.

-No, adelante.

-Veo que ya has despertado. Me llamo Kareth, aunque puedes llamarme Kar. Yo y mis amigos fuimos quienes os trajimos hasta aquí –dijo el chico, alargando la mano para saludar.

-Miruru –respondió ella, estrechándosela.

-Mis compañeros han vuelto, así que, si os parece bien, nos gustaría hablar con vosotros.

-Claro –asintió Kai.

-¡¿Eh?! ¡¿Por qué?! ¡¿Pasa algo?! –preguntó Miruru, poniéndose nerviosa.

-Tranquila. Te lo explicaré de camino –contestó Kai.

 

Después de recorrer un largo pasillo, llegaron a una sala el doble de que la habitación de donde venían.

 

En el centro, había una vieja mesa ovalada, lo suficientemente grande como para que pudiesen sentarse junto a ella las cinco personas allí reunidas, y todavía sobrasen tres huecos para los recién llegados.

-Bien, ya estamos todos. Antes de nada, quería presentaros a Donell, quien me asesora en todas las decisiones que tomamos aquí. Espero que no os importe que nos acompañe en esta reunión –dijo Razer.

 

Un hombre de avanzada edad, poco pelo y bigote cano, hizo un ligero gesto con la cabeza a modo de saludo.

-Para nada. Tu casa, tus normas –dijo Kareth.

-Bien, pues empecemos. Primero de todo, me gustaría que me contaseis lo que sabéis sobre el trasfondo de esta guerra.

-De acuerdo, al fin y al cabo, cuanta más gente lo sepa, mejor.

 

Así pues, Kareth relató lo que sabía del proyecto Gaia, los descendientes, Detz y Yohei Gakko.

-¿Quieres decir que ahora mismo las tres potencias están siendo manipuladas por ellos? –preguntó Razer.

-Sí. Es por eso que debemos advertir a los gobernantes de que, si continúan con esto, sólo conseguirán llevar a la raza humana a su extinción.

-Ahora comprendo lo que dijo First cuando apareció en pantalla –dijo Kai.

-¿First? –preguntaron los demás, confusos.

-Es ese Unum del que has hablado. Cuando le conocí, se llamaba First. Asesino a una persona que era como una hermana para mí. Un día, de la noche a la mañana, su personalidad cambió, volviéndose sádico. No sé qué fue lo que le hizo a May, pero tenía una especie de joya color esmeralda como la de ella –continuó el chico, refiriéndose a Nara.

-Lo que hizo fue intentar convertirla en contenedor de Gaia. Y si no sobrevivió, fue porque no era compatible. En cualquier caso, si First pasó a ser Unum en ese momento, significa que el Núcleo de Jade hizo efecto en él –explicó Quattuor.

-O eso, o fingía ser quien no era –comentó Sarah.

-Creo que no.

-¿Qué quieres decir? –se extrañó Sarah.

-Ese día, fui yo quien recogió a Unum. Puesto que sabíamos que otro de los descendientes iba a despertar, fui enviado allí para llevármelo a Genese. Aunque no sabía que, en ese momento, estaba intentando conseguir un contenedor para Gaia.

 

En ese momento, Kai cayó en la cuenta de quién era Quattuor.

-¿Tú eras el tipo que entró por la ventana? –preguntó- ¡¿Por qué?! –gritó, golpeando la mesa y poniéndose en pie- ¡¿Por qué no nos ayudaste?!

-Mi identidad, aunque en menor proporción, seguía ligada a Gaia. Además, debía guardar las apariencias delante de ellos hasta que tuviese un plan.

-¡¡Aun así, debiste hacer algo!! ¡¿Acaso ni te inmutas cuando alguien muere delante de ti?! ¡Ella podría haber sobrevivido!

-¡Kai! ¡Cálmate, por favor! –exclamó Miruru, cogiéndole del brazo.

-¿Sobrevivido? Ella habría muerto de todas formas. Ninguna mujer a la que hayan sometido a esa transformación, y haya fracasado, ha vivido para contarlo. ¿Y acaso tú crees que estaría aquí si me hubiese rebelado entonces?

-¡Calmaos los dos! ¡Esto no lleva a nada! –interrumpió Sarah.

 

Apartando a Miruru, Kai volvió a sentarse, cruzado de brazos y en silencio.

-Hay algo que no entiendo. Habéis dicho que cuando los descendientes despiertan su identidad cambia, pero ¿cómo es que a vosotros no os ha pasado? –preguntó Razer.

-Eso es algo que ni nosotros sabemos. Tanto eso como por qué, de todas las personas, Gaia decidió contactar con Detz –respondió Kareth. Su mente seguía dándole vueltas a las voces que había escuchado cuando perdió el control de sí mismo, así como las transformaciones de Detz y la suya propia- Cambiando de tema. Si se ha confirmado la participación de Yohei Gakko en esta guerra, significa que ya han dado el siguiente paso en su plan.

-Debemos intervenir cuanto antes –añadió Quattuor.

-Pero, convencer a los gobernantes, y más teniendo en cuenta que habrá descendientes de Gaia con ellos... ¿cómo pretendéis conseguirlo? –preguntó Razer.

-Por ahora sólo contamos con la ayuda de Quattuor. Gracias a él, puede que tengamos la opción de llegar hasta ellos y hacerles entrar en razón. Él conoce el proyecto Gaia mejor que nosotros –aclaró Kareth.

-Aun así, decirles que confíen en nosotros en lugar de ellos... no será fácil.

-Mejor eso que nada. Además, tampoco sabemos realmente hasta qué punto confían en ellos.

-Es demasiado arriesgado.

-Lo sé, y no te estoy obligando a que nos ayudes, pero estamos decididos a actuar. Por ahora, tenemos ventaja con Nara y Quattuor aquí, pero no creo que tarden en venir a por ellos. Cuanto antes consigamos que se haga saber esta información, más posibilidades tendremos de ganar. Y, si nos ayudáis, será más fácil conseguirlo.

 

Una vez Kareth hubo acabado de hablar, Razer se dejó caer sobre el respaldo de su silla, pensativo y callado.

-Deja que me lo piense. Mañana prometo darte una respuesta.

 

Tras finalizar la reunión, Kai entró en su habitación seguido de Miruru. Al rato, se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared, cabizbajo.

-Kai... –dijo Miruru, preocupada.

-Si nos hubiese ayudado, puede que May aún estuviese viva.

-Ya le oíste. No se hubiese podido hacer nada por ella.

-¡¿Eso crees?! ¡¿Y si no hubiese sido así?! ¡¿Y si todo hubiese sido diferente?!

-Pero no lo fue, Kai –replicó la chica-. No puedes dejar que eso te persiga.

-¡Es lo que lleva haciendo durante años! ¡Todo lo que he hecho ha sido por eso!

-¿Todo? –preguntó Miruru, sintiéndose herida por sus palabras- ¿Entonces lo que hemos vivido hasta ahora no ha significado nada?

-No me refería a eso –respondió él, ligeramente sorprendido.

-Mira, Kai. Cuando he despertado hoy y te he visto a mi lado, me he puesto muy contenta. Porque he comprendido que estarías ahí cuando te necesitara. Eres mi amigo y te considero alguien muy importante para mí, pero puede que para ti haya otras cosas más importantes.

-Miruru, yo...

Sin darle tiempo a explicarse, la joven se marchó, dejándole con la palabra en la boca.

 

Mientras tanto, Quattuor estaba sentado en la azotea del mismo edificio, observando el cielo, que ya empezaba a oscurecerse.

-Vaya, ¿a quién tenemos aquí? –dijo Sarah, abriendo la puerta de madera que daba acceso a aquel área, y dando algunos pasos hasta sentarse a su lado- Pareces preocupado por algo.

-Debes de estar ciega si piensas eso, peliazul –contestó el hombre.

-Quién sabe. Quizá esté perdiendo facultades con la edad –bromeó-. ¿Qué haces aquí entonces?

-Sólo quería que me diese el aire.

-Ya.

 

Desde allí, todavía podían verse a niños jugando. Interpretando a soldados, luchaban entre ellos mientras liberaban supuestos civiles de una prisión del imperio, hecha de piedras en el suelo, ordenadas de forma caótica. Algunos fenrirs correteaban junto a ellos sin saber bien a qué estaban jugando, pero contentos de participar a su manera.

 

No muy alejados de ellos, una pareja los observaba, conversando alegremente de vez en cuando.

-Siete niños y cuatro fenrirs. Parecen tan felices... –comentó Sarah-. Y sin embargo, puede que más de uno haya perdido a su familia.

-Así es la guerra. Cambian los métodos, pero la muerte siempre está presente. Y por más que lo desees, nunca podrás salvarlos a todos –dijo Quattuor.

-Aún así, nunca es tarde para seguir intentándolo. Incluso si estás solo. Al seguir adelante, habrás ganado la partida –dijo Sarah-. Tú nos salvaste. A Kareth, a Nara, a Kai, a Miruru y también a mí. Que no pudieses salvar a otros en el pasado, no significa que lo que has hecho no haya servido. La mejor forma de honrar a los que no pudiste salvar es creando un futuro para los que sí.

 

En ese instante, se escuchó el grito de una mujer de mediana edad. Parecía estar diciéndole algo a los pequeños, quienes con desgana y algún que otro berrinche, volvieron a sus casas.

-En fin, será mejor que yo también vuelva –sentenció la chica, levantándose de su sitio y marchándose igual que había venido.

 

Por su parte, Quattuor continuó observando la zona de juego. Los fenrirs, ajenos a la llamada de la mujer, se habían reunido y ahora estaban acicalándose.

 

Entonces, se dio cuenta de que sólo había tres de los cuatro que había contado Sarah.

 

Al fijarse mejor, se dio cuenta de que había una cría encaramada al dorso de su madre. Algo difícil de distinguir desde aquella distancia.

-Parece que, después de todo, no estabas tan ciega como pensaba –murmuró el hombre, con una ligera sonrisa.

 

-Ha sido un día duro –dijo Razer, desperezándose mientras se dirigía a su habitación.

 

De repente, observó la silueta de una joven que, preocupada, miraba de un lado a otro del pasillo.

-¿Va todo bien? –preguntó el joven.

-¡¿Eh?! ¡Sí! ¡No hay ningún problema! -exclamó Nara, viéndose sorprendida, y desviando la mirada al  no saber qué hacer.

-¿Te has perdido?

-¡N-no! Aunque, bueno, en realidad se podría decir que no encuentro a alguien.

-Kareth, ¿cierto? –respondió Razer, viendo que la chica asentía con timidez- No te preocupes. Ha querido acompañarme al almacén de armas. Me ha preguntado si sería posible que les proporcionásemos algunas a tu grupo. Supongo que, tanto si decidimos ayudaros como si no, las necesitaréis; así que he aceptado. Aunque dudo que sean muy útiles. Si Normand estuviese aquí, las cosas serían diferentes.

-¿Eh? –la chica ladeó la cabeza, confusa.

-Nada, olvídalo –señaló, riéndose.

-Entonces, ¿todavía no te has decidido?

-No es fácil, ¿sabes? Soy responsable de una organización bastante numerosa. No puedo tomar decisiones a la ligera.

-¡Ah! ¡Lo siento! ¡No quería...!

-No, tranquila –la interrumpió el chico, levantando los brazos para calmarla- Por otro lado, Kareth parece bastante decidido. ¿Siempre ha sido así?

-Je. Bueno, es el tipo de persona que, cuando se le mete una cosa en la cabeza, intenta conseguirla por muy difícil que sea. Un cabezota.

-Jaja.

-Aun así, se puede confiar en él. Puede que, precisamente por cómo es, dé la sensación de que puede hacerlo.

-Mm... Debes de estar hasta las trancas por él.

-Sí. –respondió Nara, con la cabeza en otro sitio, cambiando de expresión al darse cuenta de lo que acababa de decir, y poniéndose roja de la vergüenza.

-No tienes de qué avergonzarte. Me gusta ver que os lleváis tan bien –bromeó Razer, entre risas.

-B-bueno, no es que seamos... aunque él dijo que lo estaba... pero no hemos tenido tiempo para hablarlo... y yo...

-Jaja. Eres una chica interesante.

-Ugh... –se quejó ella, cabizbaja.

-En cualquier caso, tendré en cuenta lo que me has dicho. Buenas noches.

-B-buenas noches.

 

Tras esto, ambos se separaron. Desde la distancia, la chica se quedó observándolo hasta darse cuenta de algo.

-¡Espera! ¡Al final no me has dicho dónde está Kar!

 

A la mañana siguiente, todos volvieron a reunirse para conocer la respuesta de Razer.

-Veamos. Después de darle muchas vueltas, he decidido ayudaros –resolvió el líder de los Rebeldes, viendo la sorpresa en los rostros de los demás.

-¿Estás seguro? –preguntó Kareth.

-De nada serviría intentar salvar a los demás si acabasen desapareciendo. Además, si el proyecto Gaia anda detrás de las acciones del imperio, entonces nos incube; y un pajarito me ha dicho que eres una persona de confianza –sonrió Razer, mirando a Kareth.

-¿Eh? –se extrañó el chico, frunciendo el ceño, mientras Nara sufría un repentino ataque de tos- Bueno, no importa. Si estás de acuerdo, no tengo mucho más que decir. Te agradezco que nos ayudes.

-No hay de qué.

 

Por su parte, Kai observó a Miruru, quien, al cruzarse sus miradas, giró la cabeza hacia otro lado. En contestación, el joven exhaló un profundo suspiro.

 

-Oye, Miruru... –dijo Kai, acercándose a su compañera una vez terminada la reunión.

-¿Qué quieres? –preguntó ella, de mala gana.

-Lo siento.

-Ah... –dejó escapar ella, aparentemente sin esperarse aquella disculpa.

-Tenías razón. Me dejé llevar por mi pasado. Es algo que quiero olvidar, pero no puedo dejar que me posea de esa forma. Aún así, tengo que aclarar que hay algo que no es cierto. No rechazo lo que he vivido hasta ahora, y eso te incluye a ti. Tú también eres importante para mí –hizo una pausa antes de continuar, como intentando recordar todo lo que quería decir- Y, bueno, si quieres, me gustaría contar contigo tanto para ayudar a Kareth y a los demás a acabar con el proyecto Gaia, como para el resto de asuntos que todavía me quedan por resolver.

-Kai... –contestó ella, quien, tras un pequeño lapso de tiempo, suavizó sus gestos y se serenó-. Claro. Cuenta conmigo.

-Gracias.

 

Tras dar por finalizada la conversación, el chico se marchó, dejando a Miruru sola. Ella, con algo de temblor en sus piernas, se llevó una mano al pecho, pues por un instante, al decirle que era importante para él, su corazón había empezado a latir rápidamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario