martes, 26 de febrero de 2013

Gaia project: Capítulo 2

Tras su reproche a Jaryl, la joven bajó de la cabeza del monstruo. La mano que sostenía su lanza la entregó a la del tercer brazo situado a su espalda, que, a su vez, la guardó en un cinto de cuero que rodeaba su cuerpo, formando una línea diagonal desde el hombro hasta la cintura y viceversa.

 

Por su parte, Kareth se había quedado quieto, en la misma posición que cuando había intentado salvar a Jaryl.

-¡¿Qué estás mirando?! -preguntó ella, en tono despectivo.

-N-nada –respondió el chico, todavía sorprendido.

 

Ignorándole, la chica se dirigió hacia Jaryl y le tendió su mano para ayudarle a levantarse.

-Estás horrible –le dijo.

-No te cortas un pelo, ¿eh? -rió el cazador.

-Tienes que mejorar tu técnica, de lo contrario, jamás serás un buen líder. Un monstruo como éste no debería suponerte ningún esfuerzo.

-Gracias, jefa –respondió Jaryl, con tono jocoso.

-¡No me llames así! –contestó ella, golpeándole en la nuca.

-¡Ah! ¡Vale! ¡Vale! Gracias, Ivel.

 

Asintiendo con orgullo, Ivel se giró y fue a ver al resto de cazadores.

-¡Os digo lo mismo a vosotros! ¡Si seguís así, no conseguiréis proteger a nuestras familias! ¡Tenéis que haceros más fuertes! ¡En cuanto os hayáis recuperado, comenzaremos un entrenamiento intensivo! –declaró, sonriente y golpeándose el pecho con el puño.

-Esto... –interrumpió Kareth, dando un paso al frente, y moviéndose de su sitio por primera vez- ¿No crees que estás siendo un poco dura? Han estado a punto de perder la vida. Creo que al menos un “¡Buen trabajo!” no estaría de más.

-¿Quién eres tú? –preguntó Ivel, molesta por la intervención del chico.

-¡Ah, es verdad! ¡Dejad que os presente! –dijo Jaryl, interponiéndose entre los dos y carraspeando ligeramente antes de continuar- Él es Kareth, lo encontramos junto a otra chica inconscientes, en medio de los yermos.

-Puedes llamarme Kar, si quieres –añadió el guerrero, intentando ayudar a romper el hielo. Entonces, levantó su mano en señal de saludo, sin embargo, tras una mirada fría por parte de Ivel decidió devolverla adonde estaba.

 

Después de unos segundos de incómodo silencio, Jaryl volvió a carraspear para intentar quitar algo de tensión.

-Kareth, te presento a Ivel. Podríamos decir que es la máxima encargada de nuestra protección. Además de la más fuerte de entre los cazadores...

-¿Qué hace él aquí? –preguntó Ivel, sin tapujos.

-Ya te lo he dicho, lo encontramos inconsciente en mitad de los yermos. No podíamos dejarle allí.

-¡¿Sois idiotas?! ¡No sabemos quién es ni de dónde viene! ¡Tampoco sabemos por qué estaba allí, inconsciente! ¡¿Y si nos roba o intenta asesinarnos?!

-¡Eh! ¡Eh! ¡Tranquila! ¡Ni Sarah ni yo somos capaces de hacer algo así! –se defendió Kareth.

-¡¿Y cómo puedo confiar en ti?! ¡No te conozco! –replicó Ivel, mirándole como si acabase de decir una estupidez.

-¡Si hubiese querido asesinaros, ¿no crees que ya lo habría hecho?! –contraataco Kareth.

-¡Eso no me vale como excusa! ¡Quizás sólo estés esperando el momento adecuado para hacerlo!

-¡Eso es ridículo!

-¡¿Ridículo?! ¡¿Crees que no hay gente capaz de algo así?! ¡¿De intentar manipular a los demás a su antojo y tratarlos como a objetos?!

-Ivel, cálmate, Kareth no es un mal tipo... –intervino de nuevo Jaryl, intentando poner paz.

-Eres demasiado confiado Jaryl –le reprochó Ivel.

-Quizás deberías aprender de él –comentó Kareth.

-¡Repite eso si te atreves! –le desafió la joven, quien cogió su lanza con una de sus manos delanteras, dispuesta a enfrentarse a Kareth.

-¡Ivel, por favor! –exclamó, esta vez, Jaryl, interponiéndose entre los dos, a lo que Ivel respondió desviando la vista, primero a su congénere y luego al guerrero.

-¡Tienes suerte! Por ahora, te librado. Aunque él confíe en ti, a mí no me engañas. Más te vale andarte con ojo porque pienso vigilarte –declaró antes de marcharse.

-¡¿Qué mosca le ha picado?! –se quejó Kareth.

-Te pido perdón. Ella sólo quiere lo mejor para nosotros. Por eso, tiende exigir demasiado a los demás e incluso a ella misma.

 

Tras un largo y profundo suspiro con el fin de calmarse, el chico inmortal situó una mano sobre el hombro del nómada.

-No te preocupes, me las he visto con gente peor. Podrías considerarla sólo una pequeña charla entre amigos.

 

Poco después, llevaron a los heridos a una de las tiendas de campaña más grandes, habilitada para ellos. Allí, también encontraron a Sarah.

-¡Kareth! –la chica corrió hacia ellos- ¡¿Qué ha pasado?!

-Pues que la naturaleza es temible.

-¿Eh? –respondió ella, levantando las cejas y sin entender su comentario.

-Una criatura de los yermos. Grandes depredadores que aparecen de vez en cuando en esta zona –explicó Jaryl

-Entonces, todos ellos... –dijo Sarah, refiriéndose a los cazadores.

-Fueron heridos durante la batalla contra el monstruo. Pero no te preocupes, están acostumbrados a pelear, así que no tardarán en recuperarse.

-En cualquier caso, será mejor que les echemos una mano –propuso Kareth, dejando a uno de los heridos sobre una manta acolchada, procurando que estuviese lo más cómodo posible-. Cuantos más seamos, mejor.

 

-Dime, ¿cómo fue por tu lado cuando apareció el monstruo? –le preguntó Kareth a Sarah mientras ayudaban a tratar las heridas de uno de los cazadores.

-Al principio, no entendí qué ocurría, pero cuando vi a todos correr y refugiarse en las tiendas, comprendí que algo peligroso se acercaba. Así que decidí ayudar a los rezagados a llegar hasta el refugio y me escondí con ellos.

-Eres una chica muy responsable –la halagó Kareth, logrando que se sonrojara.

-Tengo que serlo. Al fin y al cabo, trabajé como guardaespaldas.

 

Mientras seguían charlando, trasladaron a un hombre que se había quedado inconsciente.

-¿Y tú? –preguntó ella.

-Bueno. Seguí al grupo de cazadores hasta la ubicación del monstruo y estuve a punto de entrar en combate hasta que apareció una persona... algo problemática... –respondió Kareth, desplazando la mirada hacia arriba, como si buscase la palabra exacta para describir a Ivel.

-¿Problemática? –se extrañó Sarah.

-Más tarde te contaré los detalles, pero digamos que no le caemos demasiado bien.

 

Habiendo terminado lo que estaban haciendo, dejaron el resto del trabajo en manos de los nómadas y salieron de la tienda. En ese momento, encontraron a un grupo de ellos observando algo con gran admiración.

 

Llevados por la curiosidad, decidieron unirse, descubriendo que lo que había llamado su atención era Ivel, quien mostraba con orgullo una gran cantidad de piezas de carne.

-Con esto no tendremos que preocuparnos de la comida durante unas tres semanas. Eso sí, habrá que conservarla bien. Ya sabéis que este tipo de carne se pone mala fácilmente.

 

Los nómadas se miraron entre ellos, emocionados, e incluso algunos levantaron los brazos, celebrando la buena nueva. Poco después, la cargaron y depositaron en otra tienda habilitada para almacenar alimento. Por supuesto, Ivel también ayudó.

 

“Así que eso es lo que había estado haciendo antes de derrotar a la bestia”, pensó Kareth.

 

Tenía que reconocer que, pese su juventud, pues aparentaba ser menor que él, Ivel poseía una gran fuerza y capacidad de liderazgo; y que quizás ese carácter le hubiese llevado a que sus semejantes la respetasen y confiasen en ella.

 

En ese momento, recordó las palabras de Jaryl sobre la existencia de alguien encargado de organizar su sociedad y guiarles. ¿Se referiría a aquella chica?

 

-¡Padre! ¡Ya he vuelto!

-¡Ivel!

 

Un hombre de avanzada edad salió de su tienda para recibir a la joven.

-¿Qué tal ha ido todo?

-¡Genial! ¡He conseguido una buena presa! ¡Todos están encantados! –respondió ella con una amplia sonrisa mientras abrazaba a su padre. Éste le devolvió el gesto acariciando tiernamente su pelo.

-Estoy orgulloso de ti. Estoy seguro de que serás capaz de guiarles cuando yo ya no esté.

-Para eso aún falta mucho, padre –le reprochó ella, visiblemente molesta.

-Me hago mayor. Y mi cabeza no está tan bien como debería. Probablemente deba dejarlo antes de tiempo. Estoy seguro de que te necesitan más que a mí –sentenció él, con algo de tristeza en sus palabras.

 

-Oye, Jaryl. Hay una pregunta que me gustaría hacerte –dijo Kareth.

-Adelante.

-He visto que todos lleváis un abrigo que os tapa la cabeza. ¿Es algún tipo de costumbre?

-Oye, Kar, no creo que debas preguntar algo así. Puede que le incomodes –comentó Sarah.

-No, no te preocupes. Supongo que es normal preguntárselo. Verás en realidad hay más de una razón por la que vestimos así. La primera es debido al clima de por aquí. Como imagino que sabrás, desde que empezó la guerra, tanto el clima como el cielo han cambiado. El Sol suele estar cubierto por nubes, las estrellas apenas se ven, y tanto la temperatura como las lluvias varían con frecuencia. En los yermos, ese tipo de variaciones suelen ser más notables, y los abrigos nos ayudan a protegernos. Además... bueno... supongo que sabrás que no somos personas... digamos... normales.

-Bueno... sí, pero tampoco es algo... –intentó explicarse Kareth.

-A veces, necesitamos realizar trueques en algunas poblaciones, y... bueno... digamos que es mejor mantener las apariencias –indicó el nómada.

-Pero esa chica, Ivel, no he visto que se ocultase –se extrañó Kareth.

-¡Ja ja ja! –rió Jaryl- Ella y su padre son un poco especiales en ese sentido. Al ser tan respetados entre los nómadas, no ocultarse hace que los demás no se sientan discriminados. Ya te lo dije, es posible que sea temperamental, pero probablemente esa chica sea la que más se preocupa por nosotros –sentenció Jaryl, asintiendo al ver que Kareth no tenía nada más que añadir, y volviendo al interior de la tienda en la que se encontraban sus compañeros heridos.

 

Aquella noche, Kareth se despertó sobresaltado. Había tenido la misma pesadilla en la que sus amigos eran asesinados.

-Parece que por más que lo intente no puedo olvidarlo –resignado, suspiró, levantándose y saliendo de la tienda en la que dormía.

 

Fuera, todo estaba oscuro, y no veía a nadie además de él.

 

“Quizás si me da un poco el aire pueda relajarme y coger algo de sueño”, pensó mientras echaba a andar.

 

Al poco rato, decidió sentarse junto a una de las tiendas. Entonces, rebuscó en su bolsillo y sacó su colgante, con el que jugueteó mientras lo observaba, aunque sin prestarle mucha atención, ya que se encontraba perdido en sus pensamientos.

 

Entonces, escuchó el sonido de unos pasos cercanos, situándose una figura enfrente de él.

-Así que eras tú –dijo una voz femenina, a lo que el chico levantó la cabeza, distinguiendo entre la oscuridad la silueta de Ivel.

-¿Qué haces aquí? –preguntó ella. Su voz denotaba una fuerte desconfianza hacia él.

-No puedo dormir. ¿Acaso eso es ilegal? –respondió Kareth con sarcasmo.

-No tientes a tu suerte –replicó Ivel.

-No lo haré. Sólo quiero despejarme un poco. Eso es todo.

 

Ambos se mantuvieron en silencio hasta que el chico decidió romperlo.

-¿Tú también estás aquí por lo mismo?

-Como si fuese a decírtelo.

-Vale –dijo Kareth, dibujándose una media sonrisa en su rostro, como si ya hubiese previsto una respuesta parecida.

-En cualquier caso, no hagas ninguna tontería, porque pienso estar por aquí, vigilándote.

-Me lo figuraba. Oye. Ya te dije que no pretendo haceros nada malo ni a ti ni a tu gente. Entiendo que no te fíes de mí, pero si pudieses bajar un poco la guardia me harías sentir menos incómodo.

-Eso es precisamente lo que quiero. Es mi responsabilidad velar por su seguridad, y, puede que dentro de poco, la única capacitada para ello... –dijo con un tono de voz que a Kareth le pareció melancólico.

-¿Lo dices por tu padre? –preguntó el joven, lo que causó una reacción exagerada en la chica, quien se giró amenazante hacia él.

-¡¿Qué sabes tú sobre mi padre?!

-Sólo lo poco que me ha contado Jaryl –se explicó Kareth.

-Ese chico no debería ir contando cosas de los demás. Y mucho menos a extraños.

“Tampoco es como si me haya revelado tus mayores secretos”, pensó Kareth.

-¿Y bien? ¿Qué te dijo? –preguntó Ivel.

-Nada importante. Que tu padre y tú parecéis ser una buena influencia para el resto –contestó el guerrero, encogiéndose de hombros

 

Por su parte, y con los brazos cruzados, dando a entender que seguía a la defensiva; Ivel se sentó al lado de Kareth, aunque a una distancia prudente-. Todos necesitamos algo en lo que creer cuando no sentimos perdidos. Si puedo convertirme ese pilar para que mi gente pueda seguir adelante, entonces habré hecho bien mi trabajo.

-Es un buen objetivo. He de admitirlo.

-No creas que por decir eso me vas a caer mejor.

-¡Venga ya! –se quejó Kareth, negando con la cabeza-. ¡Ah! Ahora que me acuerdo, Jaryl dijo que vuestra sociedad no tenía un líder. Sin embargo, si hay alguien a quien consideran algo así como su guía. Alguien sabio. ¿Se refería a tu padre?

-Sí. Aunque me temo que ya no se considera capaz de seguir siéndolo.

-¿Estás preocupada por él?

-¡¿Qué?!

-No hace falta verte para darme cuenta.

-¡Idiota!

-¡Oye! ¡No iba con mala intención! ¡No hace falta ponerse así! –replicó Kareth.

 

El ambiente volvió a tensarse, haciéndose de nuevo el silencio.

-Por supuesto que me preocupo por él. Es la única familia que me queda. Tú también lo harías con el tuyo –dijo Ivel.

-¿Quién sabe? Si mis padres siguen vivos, ni siquiera recuerdo sus rostros –contestó el chico, quien siguió jugueteando con su colgante.

-¡Ah! –se sorprendió Ivel, quien no supo bien qué decir- L-lo siento. –susurró finalmente.

-¿Mm? ¿Has dicho algo?

-¡N-no! ¡Nada!

 

Al escucharla, Kareth sonrió. Debido al Radiar, su capacidad auditiva estaba más desarrollada que la de una persona corriente, por lo que la había entendido perfectamente.

-Es bueno tener a alguien que se preocupe por ti –comentó Kareth.

-Tú, ¿no tienes a nadie? –preguntó Ivel, quien parecía haber bajado un poco la guardia.

-Bueno, ahora mismo sólo estamos Sarah y yo. Ambos nos preocupamos el uno por el otro, así que se podría decir que tengo a alguien. Por cierto, todavía no os habéis conocido.

-¿Qué? –preguntó la nómada, algo confusa por el repentino cambio de tema del joven.

-No es justo que yo sea el único al que vigilas –bromeó.

 

Entonces, la chica se levantó rápidamente de su sitio, de nuevo, enfadada.

-¡No recuerdo haber hecho algo para que te tomes esas confianzas conmigo! ¡Mucho menos para presentarme a nadie! ¡Además, sepa quién es o no, estaré pendiente de lo que haga!

-No puedes estar pendiente de alguien a quien nunca has visto.

-¡Cállate!

-Vale, vale –respondió Kareth, levantando las manos en señal de paz.

-¡Me voy! ¡Y será mejor que hagas lo mismo! ¡No me gusta nada verte por aquí fuera! –declaró Ivel antes de irse, dejando al joven con expresión de cansancio.

 

“Desde luego, sí tiene carácter”, pensó, “Aunque debo reconocer que, por alguna razón, me siento mejor después de haber hablado con ella”.

 

Así pues, siguió las indicaciones de la nómada y volvió a la tienda, esperando poder recuperar el sueño.

 

A la mañana siguiente, Jaryl, junto a otro compañero, entró en la tienda con un mensaje. Sarah también se encontraba allí.

-Os reclaman. Venid conmigo –dijo el nómada, haciéndoles señas para que lo acompañasen.

Los dos amigos se miraron, entre confusos y preocupados, tras lo que decidieron ir detrás de él.

 

-Por cierto, ayer no tuve tiempo de presentaros. Él es Will. Fue quien me ayudó a llevaros hasta aquí –dijo Jaryl con tono animado, refiriéndose a su compañero.

-Encantado –dijo Kareth.

-Gracias por ayudarnos –añadió Sarah.

-No hay de qué –respondió Will de forma tajante.

-Will es alguien de pocas palabras así que no esperéis mucho más de él –murmuró Jaryl al oído de ambos, llevándose una mano a la boca para que Will no le escuchase.

 

Finalmente, se plantaron frente a otra de las tiendas, sin nada en especial que la diferenciase del resto.

-Esperad aquí un momento –les pidió Jaryl, entrando él primero.

 

Al poco tiempo, la tela que cubría la entrada se hizo a un lado y fueron invitados a pasar.

 

Había mucha gente reunida en el interior, aunque, puesto que casi todos vestían de la misma forma, era difícil saber si ya los conocía o incluso si el que estuviesen allí tenía importancia.

 

En ese instante, vieron a Ivel, quien estaba sentada al lado de un hombre mayor con un parche que cubría uno de sus ojos. Cuando quisieron darse cuenta, habían sido rodeados.

-Así que vosotros sois los extranjeros –dijo el hombre del parche, a lo que Kareth y Sarah asintieron- Mi hija y Jaryl me han hablado de vosotros –continuó, dando a entender que con “hija” se refería a Ivel.

-Mi nombre es Argo y me gustaría preguntaros qué os ha traído hasta aquí.

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