sábado, 4 de agosto de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 14

-Ay. Ay. ¡Ay! –se quejó Kai mientras Miruru trataba sus heridas.

-¡Estate quieto! –replicó ella.

-¡Es fácil decirlo pero...! ¡Ay!

-Ya he acabado –dijo la semidiosa, suspirando.

-Gracias –respondió el nigromante, tras lo que volvió a ponerse la chaqueta y se crujió los huesos del cuello- Ah. Mucho mejor.

-Gracias por prestárnosla –agradeció esta vez Miruru, devolviéndole a Seph una pequeña caja de metal en cuyo interior había algunos utensilios de primeros auxilios como vendajes y antisépticos.

-No hay de qué –contestó ella.

 

Sobre su regazo, descansaba Drake, durmiendo profundamente. Ella observó su rostro y suspiró. Tras esto, sonrió con ternura y acarició suavemente el pelo del joven.

-Buen trabajo –susurró.

-Ha sido un buen combate –comentó Kai.

-Aun así, no creo que se levante muy contento. Puede que no lo aparente, pero Drake se exige mucho a sí mismo, y ha entrenado muy duro para llegar hasta aquí.

-Seph –dijo Miruru, llamando la atención de la joven, quien seguía con la mirada fija en su pareja- Antes dijiste que odiáis el Radiar, ¿verdad?

-Sí. Cuando éramos pequeños, tanto él como yo fuimos capturados por el Imperio. Nuestras familias murieron durante la guerra, y a nosotros nos llevaron para utilizarnos como cobayas –se detuvo durante unos segundos para recordar lo sucedido, tragando saliva en el proceso- Aquello era la viva imagen del horror. Personas convulsionando por las grandes cantidades de Radiar que recibían; algunos llegando a transformarse, entre gritos de dolor, en engendros deformes. A los que lograban superar la inyección, se les sometía a todo tipo de pruebas, torturándoles hasta mostrar habilidades especiales o morir en el proceso. A veces, incluso recibían más inyecciones de Radiar.

Los más afortunados morían o se unían al ejército del Imperio. Por supuesto, no sin que antes le manipulasen la mente.

Éramos peor que el ganado. Nos dividían en sucias celdas de barrotes oxidados, expuestos a todo tipo de enfermedades, y nos encadenaban a la pared mediante una anilla enganchada a uno de nuestros tobillos.

-Es horrible –indicó Miruru.

-Al principio, tuvimos suerte. Hubo personas que se prestaron voluntarias para que experimentasen con ellos antes que con nosotros. Nos dijeron que lo preferían antes que ver a niños siendo torturados, pues, para ellos, no había distinción entre hombres, mujeres o niños.

Recuerdo que no poder parar de llorar ni temblar cada vez que escuchaba los gritos de dolor y súplica.

Drake se mantenía a mi lado, tranquilizándome y diciendo que todo saldría bien, que lograríamos escapar de allí y seríamos libres. Intentaba hacerme reír para que no prestara atención a los gritos, pese a que sabía los esfuerzos que él mismo hacía para no perder la razón.

Conforme pasó el tiempo, la ética dejó de importar. Daba igual que fuésemos unos niños, incluso señalaban nuestra celda, suplicando que nos cogiesen a nosotros primero para sobrevivir otro día más. La situación no podía ser más desesperante.

Un día, los guardias entraron en nuestra celda, abrieron la anilla que me mantenía presa y me agarraron del brazo. Pretendían llevarme a la sala de experimentación.

Por más que grité y pataleé, no se detuvieron, arrastrándome por el suelo e ignorando cualquier súplica.

Entonces, pegando un fuerte golpe en los barrotes con el que casi se fractura la mano, Drake consiguió llamar su atención.

Les dijo que si necesitaban llevarse a alguien, se ofrecía voluntario en mi lugar.

Puesto que les daba lo mismo quien fuese el primero, aceptaron, devolviéndome a la celda mientras gritaba su nombre, aferrándome a los barrotes como si esperara que fuese a servir de algo.

-¿Y cómo conseguisteis salir de allí? –preguntó Miruru, atenta a la historia de Seph.

-Hubo una explosión. No sabía de donde procedía, pero le sucedieron más, y una de ellas destruyó parte de la entrada.

A través del humo, apareció una persona. No pude distinguir bien cómo era, tan sólo sé que llevaba una máscara de gas.

Entonces, empezó a abrir una celda tras otra y a dar indicaciones para que nos marchásemos.

Yo salí corriendo a buscar a Drake, pero aquello se había convertido en un caos. Los presos huían hacia todas partes, estando a punto de aplastarme varias veces. Mientras tanto, los guardias luchaban contra otro grupo que llevaba la misma máscara e gas.

Quería llegar hasta él lo más rápido posible, sin importarme lo que costase, así que me armé de valor y atravesé el campo de batalla lo mejor que pude.

Al final, conseguí dar con la sala de experimentación y allí lo encontré. Inconsciente en el suelo, junto a uno de los guardias que se lo había llevado.

Probablemente, habían sido alcanzados por la onda expansiva de una de las explosiones,  ya que parte de la habitación estaba completamente destruida.

Me acerqué a él y comprobé que seguía vivo. No os podéis imaginar lo aliviada que me sentí al ver que seguía respirando. Lo cargué lo mejor que pude sobre mi espalda e intenté salir de allí.

Lo último que recuerdo de ese lugar es encontrarme con otro enmascarado que se encargó de cubrirnos y de llevarnos a un pasadizo por el que, según él, saldríamos al exterior.

Finalmente, cuando atravesé la última puerta que llevaba fuera, la luz me cegó. Llevaba tanto tiempo en malas condiciones que mis ojos habían olvidado la luz natural, por poca que fuese. Aunque eso era lo de menos. Para mí, lo más importante es que por fin éramos libres.

 

Kai los observó a ambos. Ella llevaba una larga melena pelirroja, recogida en una coleta, y pese a que, a primera vista, su piel parecía de lo más limpia y pura, si se fijaba en sus manos podía notar un gran desgaste, como si no correspondiesen a su edad.

 

Por otro lado, el tenía el pelo castaño y su piel era algo más morena, visiblemente más dañada que la de ella. Aunque, probablemente, era por lo que había comentado Seph: “ese chico es muy exigente consigo mismo”.

Estaba claro que ambos habían tenido que superar muchas cosas para llegar hasta allí, pero habían sido capaces de hacerlo juntos. ¿Acaso no era obvio el porqué?

 

De repente, la imagen de First y May se le vino a la cabeza.

 

Tiempo después, Drake despertó.

-¿Uh? ¿Qué ha pasado? –peguntó, algo desorientado.

-Parece que has recuperado la consciencia.

-Seph –una vez hubo recordado cómo había ido a parar allí, el chico desvió la mirada, avergonzado-. He perdido. Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

-Idiota. Siempre te disculpas cuando no hace falta.

-¿Dónde está Kai?

-Se han ido hace un momento. Dijeron que no tardarían en volver.

-Ya veo. Todavía estoy un poco mareado –dijo el chico, apoyando de nuevo su cabeza sobre ella.

-Descansa un poco más.

 

Cuando salieron del edificio la niña dejó al chico con cuidado en el suelo.

-¡¿Cómo has podido ser tan idiota?! –se quejó ella, llorando.

 

Él abrió los ojos lentamente e intentó incorporarse, apoyándose en la chica.

-¿Qué ha ocurrido? –preguntó, confuso.

-¡Hu-hubo muchas explosiones y todos comenzaron a correr! ¡Me liberaron y corrí hasta ti! ¡La gente luchaba y luchaba! ¡Era una locura!

-Siento que hayas tenido que cargar conmigo.

-¡Idiota! ¡Siempre te disculpas cuando no hace falta!

 

Sin rumbo concreto, los dos comenzaron a andar. El joven todavía necesitaba apoyarse en ella.

-Oye, Drake.

-Dime

-Prométeme que no volverás a apartarte de mi lado –pidió ella, con un tono entre enfado y tristeza.

-Te lo prometo –declaró él, con una leve sonrisa

 

-¿Por qué nos hemos ido? –preguntó Miruru, mirando hacia atrás, donde se encontraba la pareja.

-He considerado mejor dejarlos a solas –respondió Kai, moviéndose entre el resto de participantes, quienes observaban el siguiente combate.

-Mm... –de repente, Miruru se detuvo- Oye, Kai, ¿crees que en el fondo nos odian?

-¿Por qué lo preguntas?

-Ya sabes. Por el Radiar.

-La verdad es que no les culparía si así fuese, pero creo que no es el caso. De hecho, diría que quienes los salvaron eran de Yohei Gakko.

-Aún así... –continuó ella, con algo de melancolía en su voz.

-No le des más vueltas –dijo él, acariciando su cabeza- Sea cual sea su opinión, no parecen personas que guarden rencor.

-Lo sé, es sólo que... no puedo evitar sentirme responsable sólo por poseer el Radiar.

-El Radiar es el Radiar y tú eres tú. Es posible que el ser humano empezase la guerra por él, pero eso no significa que todos queramos esto –antes su respuesta, ella permaneció en silencio- Será mejor que volvamos. Dentro de poco empezará el siguiente combate.

 

-¡A continuación, que se presenten los siguientes participantes! ¡Miruru y Nightwalker!

-¿Nightwalker? Que nombre más inquietante –dijo Miruru, levantando una ceja-. En fin, será mejor que me vaya.

-¡Miruru! –exclamó Kai, haciendo que la joven, en pleno camino hacia el área de combate, se girase- ¡Enséñales lo que vales!

 

Ya en el escenario, frente a la semidiosa, estaba Nightwalker, cuyo traje cubría parte de su rostro, ocultando nariz y boca. Sobre la cabeza, llevaba un sombrero negro con forma cónica, de base muy ancha y baja altura; sujeto a su barbilla mediante un cordel negro.

 

El resto del traje, del mismo color, se extendía hasta la planta de los pies, cubriendo prácticamente todo su cuerpo.

-¡¿Qu-qué clase de loco me ha tocado?! –se preguntó Miruru mientras su cola se movía nerviosamente de un lado para otro-. ¡Qué guay! –exclamó seguidamente.

-No entiendo los gustos de esta chica –comentó Kai, echándose una mano a la cabeza.

 

Por su parte, Nightwalker sacó dos cuchillos y cruzó ambos brazos delante de sí, poniéndose en guardia. Mientras tanto, la semidiosa seguía emocionada por lo que pudiese hacer su adversario.

-La muerte es el único camino que puedo darte –dijo Nightwalker con tono serio.

-¡Oh! ¡Me encanta esa frase! ¡Pero no pienso perder!

 

Poco después de que acabase su frase, Nightwalker corrió hacia ella apuntándola con sus armas.

 

Viéndose venir un ataque frontal, Miruru dibujó en el aire una línea vertical, provocando una abolladura en el techo que se agrandó hasta golpear la cabeza de su atacante, dejándolo inconsciente.

-¿Eh? –se sorprendió la chica.

 

La muchedumbre se quedó en silencio, sin embargo sus ojos no les mentían: Nightwalker había sido derrotado en apenas unos pocos segundos.

-¡La combatiente Miruru ha ganado el combate! –exclamó alegremente Marie

-¡¿Quéee?! –tanto Kai como Seph y Drake, quien había despertado justo para ver el combate, se sentían igual de desconcertados que el resto.

 

-¡Eh! ¡Kai! ¡Kai! ¡¿Has visto eso?! ¡De un solo golpe! –exclamó Miruru mientras ensanchaba el bíceps, orgullosa de sí misma.

-Buen trabajo –la elogió él-. Aunque la verdad es que ha sido algo...

-¿Decepcionante? –terminó la frase Seph.

-Sí, eso mismo. Parecía que el tal Nightwalker iba a dar más de sí.

-¡Ja! ¡Como si le fuese a dar tiempo! –respondió Miruru, con ambas manos en la cintura y una sonrisa de oreja a oreja.

-Jajaja...

 

Poco después, Marie salió al escenario para indicar quienes iban a ser los siguientes.

 

En ese momento, Kai se dio cuenta de que una de ellos era la chica con la que la juez le había aconsejado tener cuidado.

 

El combate fue corto. Cuando su contrincante se dispuso a atacar, fue cortado por la mitad en un instante. Un movimiento limpio y sin utilizar ningún arma.

-Esa chica... –empezó a decir Kai.

-¿Te fijaste en su rostro cuando lo cortó? Era la viva imagen del sadismo –señaló Drake.

-No tendría por qué haberle matado –comentó Miruru, poniendo una expresión seria.

-Por desgracia, no todos son tan indulgentes –sentenció el nigromante.

 

En el siguiente combate, le llegó el turno a Sephiria.

-Espero que le vaya bien –dijo Miruru.

-No te preocupes –dijo Drake-. Ganará.

 

Delante de Seph, había una mujer con escasa ropa, de colores oscuros, y que manejaba dos pistolas.

 

En sus antebrazos había sendos brazaletes de hierro, así como tobilleras del mismo material, y su rostro reflejaba decisión.

 

Por su lado, Seph realizó un pequeño movimiento con sus manos con el que las acercó a su cintura.

 

Así pues, el enfrentamiento dio comienzo, siendo la otra chica la primera en disparar. Un tiro que fue evadido por Seph, quien movió sus brazos de una forma un tanto inusual mientras corría, como iniciando una especie de danza.

 

Haciendo caso omiso de ello, la otra chica continuó disparando sin llegar a acertar de lleno a su oponente, aunque sí rozando su mejilla y su pierna derecha, provocando así que la goma con la que sujetaba su cabello se soltase y dejando caer su largo cabello pelirrojo.

-Eres buena, pero no podrás esquivar las balas durante mucho más tiempo. No sé que pretendes con ese movimiento de manos –se burló la tiradora, hablando por primera vez.

-Yo que tú, en lugar de tanto hablar, miraría por donde piso –respondió Seph.

-¡¿Qué?!

 

Desplazando una de sus manos hacia atrás, Seph logró que la otra chica se golpease contra el suelo, para, posteriormente, acabar levantada en el aire, quedando colgada por algún tipo de fuerza invisible.

-¡¿Qué está pasando?! –exclamó asustada.

 

Entonces, al fijarse más detenidamente, se dio cuenta de que había una multitud de algo brillante a su alrededor.

 

Se trataba de hilos, estratégicamente colocados de manera que habían formado una jaula alrededor en la que se había visto atrapada.

-¡Ugh! ¡Maldita seas!

-No es bueno tomarte a la ligera a tu oponente –dijo Seph, sonriendo.

-¡Esto aún no ha terminado! –contestó la pistolera, quien disparó al hilo que inmovilizaba sus piernas, deshaciéndose de él.

 

Tras esto, inició un nuevo ataque contra Seph, no obstante, sus pistolas fueron enganchadas con más hilos desviándose la trayectoria de sus disparos.

-¡Lo siento, pero te equivocas!

 

Con otro movimiento de manos, consiguió enganchar de la cintura a su contrincante, tras lo que giró sobre sí misma y la lanzó por los aires hasta terminar impactando con su espalda contra el suelo, quedando inconsciente.

-¡Y Sephiria se lleva la victoria! –anunció Marie.

 

-¡Eso ha estado genial! –se alegró Miruru, quien corrió a abrazar a Seph.

-Buff, estaba un poco preocupada por esas pistolas. Si una de las balas me hubiese alcanzado puede que no estuviese aquí contándolo.

-Bueno, lo importante es que has ganado –sentenció Drake.

-Supongo que sí.

 

Tras esto, los combates continuaron hasta que la juez dio por finalizado el día.

-Mañana continuaremos con el torneo, donde se enfrentarán los ganadores de hoy. Mucha suerte a todos.

 

-En fin, será mejor que volvamos, Miruru –dijo Kai, viendo como tanto vencedores como aquellos vencidos que habían sobrevivido, iban abandonado el lugar del evento.

-De acuerdo –contestó su compañera, girándose hacia Drake y Seph, quienes también se disponían a marcharse- Espero veros mañana, también.

-Por supuesto. Al contrario que éste yo sigo en el torneo.

-¡Oye, Seph! –dijo Drake, poniendo un tono de voz cómico parecido al de un niño pequeño- ¡No seas tan cruel conmigo!

-¡Te lo mereces! ¡Por haber perdido!

-¡Pero si dijiste que no pasaba nada! ¡Jo!

 

Entre risas, las dos parejas se separaron. Por su parte, Kai y Miruru se encontrar con Anna a la salida.

-Habéis hecho un buen trabajo. Os felicito.

-Admito que no me lo esperaba. Que vinieses a decirnos eso, me refiero –dijo Kai, levantando una ceja.

-En realidad en venido por algo más.

-¿Qué? –se extrañaron los dos.

-He de avisaros de que tengáis cuidado. Es posible que ya os hayan dicho algo, pero han estado corriendo rumores de que en este torneo se están llevando a cabo ciertos asuntos algo turbios.

-¿Más que el propio torneo en sí? –preguntó Kai.

-Ahórrate las bromas. El caso es que puede que esos rumores ser más ciertos de lo que parecen, y no sería la primera vez que ocurre algo así. En cualquier caso, no sería extraño que intentasen ir a por alguno de los ganadores de hoy.

-No soy de los que se deja pillar tan fácilmente –respondió el nigromante.

-Me hago una idea, pero ellos tampoco os lo pondrán fácil –sentenció Anna, mientras pasaba por delante de ellos a fin de marcharse de allí- En fin, nos vemos mañana. Buena suerte.

 

Sin añadir nada más, desapareció de su vista.

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